Oh incomparable nuestra Señora de Aparecida
Madre de mi Dios, Reina de los ángeles,
abogada de los pecadores, refugio y
consuelo de los afligidos y perturbados, oh Virgen
santísíma, llena de poder y de valuntad,
lanza sobre nosotros tu mirada favorable, para
que seamos socorridos en todas las necesidades.
Recuérdate, clementísima Madre Aparecida, de
que no consta que entre todos los que han recurrido
a ti, invocando tu santísimo nombre e
implorado tu singular protección, alguno fuera
.abandonado por ti.
Animado con esta confianza, recurro a ti. Te
tomo hoy y para siempre como mi Madre y
protectora, mi consuelo y guía, mi esperanza
y luz en la hora de la muerte.
Así, pues, Señora, líbrame de todo lo que pueda
ofenderte a ti y a tu Hijo, mi Redentor y Señor
Jesucristo. Virgen bendita, preserva a éste tu
indigno siervo, esta casa y los que habitan en
ella, de la peste, del hambre, de la guerra, de
los rayos, de las tempestades y de otros peligros
y males que nos puedan asolar.
Señora Soberana, dígnate dirigirnos en todos
nuestros negocios, espirituales y temporales.
Líbranos de la tentación del demonio, para que
siguiendo el camino de la virtud, por los méritos
de tu purísima virginidad y de la preciosísima
Sangre de tu Hijo, te podamos ver, amar y gozar
en la gloria eterna, por todos los siglos de los
siglos.
Amén
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