“Diré cosa me han hecho a Dios, le diré todo” con estas palabras desgarradoras un niño sirio de tres años ha muerto, víctima de los bombardeos y la guerra que martiriza desde hace años su país.
Niños que ya no tienen nada, que ya no tienen a padres, que han visto cosas que ojos no deberían ver nunca, que han sentido sobre su tierna carne dolores atroces, ninguno más ha podido abrazarlos, defenderlos, calmarlos, salvarlos, y han ido así, entre las lágrimas, entre la injusticia, entre los sueños robados, algunos que, un día, una justicia por todo esto mal llegará.