La novena de emergencia de la Madre Teresa

El otro día recibí un mensaje urgente de una preciada amiga: “¡Ayuda! ¡Tengo un propósito especial hoy y necesito una novena de efecto rápido!”. Sin dudarlo, ya sabía qué debía recomendar: la novena de emergencias de la Madre Teresa. Es simple (sólo consta de una oración), poderosa y, sobre todo, rápida.

A las pocas horas me llamó para darme las gracias por el consejo. Había estado esperando noticias del entrenador del equipo de fútbol, que habría de comunicarle si su hijo había o no pasado la selección para una convocatoria.

El chico vive por el deporte, pero ella estaba preocupada porque, aunque el muchacho tiene pasión, su habilidad estaba por debajo de muchos de sus compañeros.

Ante las preguntas de su hijo durante todo el día sobre si ya había novedades del entrenador, ella iba creciendo en ansiedad, anticipando ya la decepción —dolorosa para ambos—, y por fin llegó el e-mail.

Mi amiga se encerró en el baño y recitó la oración. Nueve fervorosas veces. Cuando emergió, su teléfono repicó con el sonido de una notificación: ahí estaba, un e-mail del entrenador dando la bienvenida al chico al equipo.

Cierto que no era una situación de vida o muerte, pero era algo importante para ella y, a veces, con el dulce ruego de María, eso es todo lo que Dios necesita para obrar milagros. Pensemos en Caná, sin ir más lejos.

No pude evitar recordar mi propia introducción a esta poderosa práctica. Tenía 19 años y la noche era tan oscura que no podía ver nada a través de las ventanas del tren.

Por primera vez desde que empezáramos nuestro viaje, dos días antes, mis cinco compañeros, por lo general de actitud dicharachera, guardaban silencio en sus asientos.

El tren había salido con retraso y las consecuencias que ello tendría se podían respirar en el aire denso de aquel vagón, que se balanceaba con su pesado ritmo, camino de una pequeña estación rural en Austria.

Íbamos con varias horas de retraso con respecto a la conexión con nuestro próximo tren de vuelta al colegio.

Las conclusiones eran inevitables: no podríamos coger el último tren de vuelta a casa, tendríamos que pasar la noche en una estación fría y aislada y nos perderíamos los exámenes de la mañana siguiente.

“¿Y si rezamos?”, sugirió alguien. No podíamos hacer otra cosa. “Necesitamos un milagro”, musitó otro. “¿Qué os parece la novena de emergencias de la Madre Teresa?”. Todos asentimos y comenzamos a rezar.

Era la primera vez que oía hablar de la novena de la Madre Teresa y, volviendo la vista atrás, fue lo más apropiado.

Corría el otoño de 1997, pocas semanas después del fallecimiento de la santa —que será canonizada dentro de poco—, cuando el mundo aún trataba de digerir su pérdida.

Por entonces yo sólo estaba empezando a familiarizarme con su testimonio, sencillo y poderoso, aunque ya me sentía profundamente atraída por su compasión y su comprensión de la dignidad y la belleza de todo ser humano.

Como sólo podía pasar por intervención divina, cuando llegamos a la estación había otro tren esperando. Por problemas mecánicos, también iba con retraso.

Embarcamos felices, dando gracias a Dios por Su amor y por su asombrosa atención a los más pequeños detalles de las vidas de sus hijos.

Una novena es una devoción católica de la vieja escuela que supone el recitado de ciertas oraciones durante nueve días consecutivos por un propósito específico.

Tiene su origen en los nueve días que pasaron los apóstoles y María en el cenáculo, después de la Ascensión de Jesús, rezando antes de que el Espíritu Santo llegara en Pentecostés.

Aunque sin lugar a dudas las novenas son un regalo de nuestra fe católica, la vida no siempre nos avisa con nueve días de antelación cuando nos enfrentamos a ciertos desafíos y crisis. Así que, una novena express o de emergencia puede resultar útil.

La novena de emergencia de la Madre Teresa es simple: reza el Memorare:

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,

que jamás se ha oído decir

que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,

implorando vuestro auxilio,

haya sido desamparado.

Animado por esta confianza, a Vos acudo,

oh Madre, Virgen de las vírgenes,

y gimiendo bajo el peso de mis pecados

me atrevo a comparecer ante Vos.

Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas,

antes bien, escuchadlas y acogedlas benigna mente. Amén.

nueve veces seguidas con tu propósito en mente. La Madre Teresa lo hacía con frecuencia (aunque siempre añadía de inmediato un décimo Memorare como muestra de agradecimiento, tanta era su seguridad en que recibiría ayuda divina).

Su vida está repleta de historias en las que invocaba la intercesión de María y en las que acontecían sucesos milagrosos.

Y la cosa no termina aquí. Con una rápida búsqueda por internet se descubren cientos de historias de milagros atribuidos a esta oración.

Hay testimonios de problemas económicos resueltos, nuevos trabajos, relaciones rescatadas y curaciones físicas en las secciones de comentarios de cada lugar donde se menciona la novena.

Yo misma he experimentado grandes bendiciones gracias a esta novena y sé que vosotros lo haréis también.

Cuando os enfrentéis a una dificultad urgente y tensa, relajaos, pedid a la beata Madre Teresa que os acompañe en la oración: “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección…”.

 

fuente: Aleteia

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