Aborté a los 19 años: no cometan este grave error

La humanidad son los niños. Todos los niños porque a todos los crea Dios desde el Amor”. Sheila Morataya

Una vez más me ha pasado. Al relatar mi historia desde la tranquilidad, y llegar a un punto que sólo Dios sabe, todo mi interior se conmueve y las lágrimas simplemente brotan. Brotan como un agua que limpia, que enjuaga mi vida.

Ya no brotan con dolor sino con esa sensación de claridad y consciencia de saber que se cometió un grave pecado, que se clavó en la cruz a Jesús cuando se ha abortado.

Cuando aborto, clavo otra vez a Jesús en la cruz, le doy de latigazos, escupo su rostro, lo desprecio y lo mato sin saberlo, porque a los 19 años de edad sin estar del todo consciente de lo que hacía, pues entraba en pánico cada vez que pensaba en papá, había una honda tristeza en mi vida.

Mi novio tampoco fue capaz de asumirlo y así, quien era mi mejor amiga me llevó abortar.

Ahora, cada vez que una mujer me dice estar determinada a abortar o insegura puedo comprenderla, abrazarla y desde ahí contar mi historia.

Esta tarde al narrar una vez más mi dolorosa historia y llorar arrepentida, sentí la urgente necesidad de venir aquí al Sagrario a platicar contigo Jesús, a darte las gracias por este perdón inmerecido, por este Amor sentido en mis huesos, en mi útero, en mi corazón y en mi alma y por la certeza que me amas.

Esta misericordia experimentada, desde que me he ido haciendo más consciente a este horrible pecado que cometí, me ha dado valor y confianza para escribir y hablar a las mujeres. Que no cometan este grave error, que siempre lo lamentarán.

Nunca fui consciente de mi aborto sino hasta que cumplí 42 años pues decidí enterrarlo, olvidarlo y a veces pensar que quizá yo imaginé haber estado embarazada y abortar. ¡Mentira!

Despertar a esta atrocidad me ha venido sanando el cuerpo, la mente, el corazón y me ha permitido conocerme y descubrir para qué estoy en el mundo.

Ninguna mujer debería abortar nunca

La palabra abortar es la más oscura del vocabulario. Tiene un peso tan incómodo, desarmonizante, de muerte. Muerte de la humanidad, de la dignidad de ser persona, de la autoestima y de todas las esperanzas para la vida.

Entonces a esa edad, 42 años, empecé a comprender por qué mi vida se había desarrollado como lo hizo, por qué debió terminar mi relación con mi novio, por qué de mis depresiones y rabias, por qué un matrimonio sin conyugalidad y por qué esa desconexión emocional con mis hijos.

Tales son las consecuencias del post aborto. ¿Quién me lo hubiera dicho? ¿Por qué nadie me lo advirtió?

Ahora sé que Dios es Misericordia, que han sido doce años de purificación, reparación, e iluminación en cuanto al valor y la sacralidad de la vida.

Ahora sé que cuando lloro, sabiendo que Dios me ha perdonado, esas lágrimas siguen limpiando mi profunda herida.

Una herida que siempre estará abierta y que para mí es el costado del mismo Cristo, derramando a través de ella, su agua pura para mi pecado y desde mí, esta voz, para aliviar a las mujeres que han abortado y exhortar a desistir de este oscuro pecado a las que piensan hacerlo.

La humanidad son los niños, todos los niños, porque a todos los crea Dios desde el Amor. No hay ningún niño que no sea amado porque ya Dios lo ha amado al crear su nombre.

Creo que por esto es que he venido de inmediato al Sagrario pues aquí siento Su amor misericordioso ylloro y le pido perdón otra vez, sabiendo que es necesario para mí y para mi bebé que me espera en el cielo.

Entonces mi paciente se quedó en silencio durante un tiempo y me dijo: “Dios vive. Dios está realmente vivo. Siento una y otra vez su perdón” .
Por Sheila Morataya

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