Imagínate que eres un universitario que necesita algunos muebles de segunda mano para el departamento que compartes con dos compañeros de cuarto, entonces el ejército de salvación tiene un sofá gastado por sólo 18 dólares, lo cual es perfecto para tu corto presupuesto.
Mientras te relajas en el sofá con tus compañeros de cuarto, todos coinciden en que el sofá es muy incómodo, entonces decides mirar las almohadas y descubres algo sorprendente que te dejará con la boca abierta.
Reese Wekhoven, Cally Guasti y Lara Russo, estudiantes universitarios, gritaron con entusiasmo cuando descubrieron la enorme cantidad de 41 mil dólares escondidos en varios sobres dentro del viejo sofá. Sucedió en mayo de 2014 en Nueva York.
Enseguida, los alumnos descubrieron otra cosa sorprendente: un extracto bancario con el nombre de una mujer a quien el dinero probablemente le pertenecía. El trío ahora enfrentaba un dilema moral.
“Tuvimos muchas discusiones morales sobre el dinero”, recuerda Russo. “Todos coincidimos en que teníamos que devolver el dinero a quien le pertenecía. Es su dinero, nosotros no lo ganamos. Sin embargo, había un montón de problemas que teníamos que considerar”.
Entonces, los estudiantes localizaron a la legítima dueña del dinero, una mujer de 91 años que escondió el dinero de toda su vida dentro del sofá porque no confiaba en los bancos. La mujer durmió en el sofá tras una cirugía de cadera, y su hija, intentando ser útil, vendió el sofá y le compró a su madre una cama nueva.
Cuando llegaron al barrio pobre donde vivía aquella mujer, los estudiantes sintieron que habían tomado la decisión correcta. Fueron recibidos en la puerta por los rostros sonrientes de la hija y la nieta de la mujer.
La mujer lloró, abrumada por la emoción de que su dinero de toda la vida encontrara el camino a casa. Ella les dio 1.000 dólares a los alumnos en agradecimiento.
Tomaron la actitud correcta, ¿cierto? ¿Qué hubieras hecho tú?