Todos conocen el amor que el Papa Juan Pablo II tuvo con el Rosario. De hecho a lo largo de su vida ha actuado, viviéndolo como un momento contemplativo en su días, tanto los ordinarios, pasó en los compromisos de la vida, como sea en la oficina, como sacerdote, obispo y Papa, tanto en los momentos extraordinarios de un viaje, durante la estancia en el hospital, la temporada de vacaciones, en la terraza del palacio apostólico o en los jardines de Castel Gandolfo.
El Rosario es una escuela de contemplación, que acompaña al alma en el camino espiritual de los primeros pasos de la oración orales a los líderes de la oración mística. Juan Pablo II enseñó el Rosario, en el servicio más verdadero y más rico. En cierta medida, también reformó el, enriqueciendo de las misterios de la luz, como para contemplar la meditación sobre la vida de Jesucristo y María, cubriendo el tiempo de su vida pública y recordando los acontecimientos más importantes de la misma.
“El Rosario es también un camino de anuncio y de estudio.” Evangelizar y ser evangelizada de continuo. El Rosario es una misión apostólica, cuya fuerza y eficacia provoca conversiones y hacer perseverar en el bien.