El Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma. Es un tiempo de preparación para la Pascua, la culminación del año litúrgico y la vida de cada cristiano. Este viaje de cuarenta días que lleva al Triduo Pascua, memorial de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón del misterio de la salvación, es un tiempo de cambio interior y de arrepentimiento en el que “el cristiano está llamado a volver a Dios” con todo el corazón “para no contentarse con una vida mediocre,” recuerda Francisco. Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno experimentada por el Señor en el desierto antes de emprender su misión pública. Leemos en el Evangelio de Mateo: “Jesús fue llevado por el Espíritu en desierto para ser tentado por el diablo. Ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre”.
El Miércoles de Ceniza es un día de ayuno y abstinencia de las carnes. “Con el ayuno cuaresmal ‘se puede ganar ‘nuestras pasiones’ y elevar ‘el espíritu’”. Durante la celebración del miércoles de ceniza, el sacerdote impone una pizca de cenizas bendecidas en la cabeza o en la frente. Se obtiene quemando los ramos de olivo bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. La ceniza, situado en la cabeza, es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, y nos exhorta a la penitencia.
Francisco subraya que “la Cuaresma es un tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los Sacramentos y en lo próximo.” Y ” el Espíritu Santo nos conduce a cumplir un verdadero camino de conversión, para volver a descubrir el don de la Palabra de Dios, para ser limpiados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados.”