Aumenta cada día el número de personas marginadas que viven en condiciones precarias. Es a estas personas que tenemos dar el apoyo material y espiritual que necesitan. También nosotros, aprendiendo de ellos, podemos recibir mucho, pero esto sólo es posible ganando la indiferencia y el egoísmo.
La atención a los pobres nos enriquece poniéndonos en un camino de humildad y verdad. Su presencia es una llamada a nuestra común humanidad, a la fragilidad de la vida y a la dependencia de Dios y de los hermanos.
También el Papa lo recuerda: Jesús Cristo de rico que fue, se ha hecho pobre por nosotros, porque nos volviéramos ricos a través de su pobreza. Al mismo modo los cristianos, siguiendo esta “lógica de Dios”, que es “la lógica del amor”, somos llamados a mirar a el sufrimiento de los hermanos, a tocarle, a hacernos cargo de ello y a obrar concretamente para aliviarlo.” “La finalidad de ser pobre en Jesús no es la pobreza en sí misma”, pero come claramente afirma san Pablo: no se trata de poner en estrechez vosotros para levantar los otros, sino de hacer igualdad.
Es sobre todo en este tiempo de Cuaresma que estamos llamados a ayudar los, especialmente las personas necesitadas y quién lucha cotidianamente para sobrevivir. Ser cristiano conscientes y fieles nos hace responsables de los demás y este, concretamente, se traduce en que hacerse cargo de sus vidas, en sentirse guardianes de su propio bien, tal como nosotros hemos experimentado que Dios Padre cuida de nosotros y nos quiere tan mucho de donarnos a su Hijo.