Una de las devociones más antiguas y más populares por el cristianismo es aquel a la Virgen del Carmen. El primer profeta de Israel, Elías, Elia, viviendo sobre el Monte Carmelo, tuvo una visión de la llegada de la Virgen, que se elevaba como una pequeña nube de la tierra hacia el monte, llevando la lluvia y salvando Israel de la sequía. Aquí, después, se establecieron las comunidades monásticas cristianas.
Sucesivamente un grupo de ermitaños, “Hermanos de Nuestra Señora del Carmen”, constituyeron una capilla dedicada a la Virgen del Carmen. Pero con la invasión de los lugares sagrados de los musulmanes, lo superior del Monte Carmelo dio el permiso a los hombres de trasladarse a occidente para fundar nuevas comunidades. En el continente europeo los hermanos de Carmel empezaron a ir vagando como miembros de una Orden casi desconocido y malmirado y al borde de la extinción. Fue entonces que San Simón Stock, General de la Orden, imploró a la Virgen que no permitiría la desaparición de la Orden del Carmen. En esta desoladora situación, la Virgen apareció a su buen servidor (en 1251) e le entregó el Escapulario, porque fue utilizado sobre los vestidos
“Recibes, hijo querido, el Escapular de tu Orden, señal de mi fraterna amistad, privilegio por ti y por todos los carmelitas.”
“Los que morirán revestidos de este Escapular no irán en el fuego del infierno. Es un signo de salvación, la protección y el apoyo en los peligros y pacto de paz para siempre
Así comenzó una devoción a María, la más bella flor en el jardín de Dios, que se convirtió en el ‘Estrella Polar, el Estrella Maris’ del pueblo cristiano. Durante todos los siglos pasados en su devoción, Ella siempre ha sido representada con el Niño Jesús en sus brazos o en el vientre materno que sostiene ‘el Escapulario’ y con la estrella sobre el manto.
Pero, una segunda promesa hecha por Nuestra Señora del Carmen ha dado un lugar aún más relevante importancia a la devoción del Escapulario. De hecho, en una aparición al Papa Juan XXII, refiriéndose a los que habrían llevado el Escapulario durante su vida, la Virgen dijo lo siguiente: “Yo, la Madre de bondad, bajaré el primer sábado después de su muerte y los encontró en el purgatorio, liberaré y conduciré al monte santo de la vida eterna.”
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