Padre Felipe – según lo informado por la Agencia Fides – es el segundo sacerdote muerto desde el comienzo del año: el primero fue el padre Joaquín Hernandez Sifuentes, en la diócesis de Saltillo, en enero.
Los obispos comentan así que la triste noticia: “. Jesucristo nos dan la fuerza de luchar por la construcción de un mondo reconciliado y pacífico, justo y solidario La muerte no es el final del mensaje de amor que nos ha llevado a nuestro Salvador, sino la plenitud de la vida. Con su sacerdocio, el padre Felipe ha encarnado estas certezas que nos da la fe”.
“La Iglesia puede conceder el perdón por los presuntos asesinos del sacerdote – dijo el Obispo -, pero tendrá que pesar sobre ellos la justicia de parte de las autoridades”. Mons. Vera también dijo: “Vivimos en un ambiente roto, en una sociedad destrozada, y los sacerdotes no viven en una campana de cristal”. La Conferencia del Episcopado Mexicano, en un comunicado, expresó sus condolencias al Obispo y la familia del sacerdote asesinado.
Después de cinco años de relativa tranquilidad, desde enero, en el Estado de Nayarit se ha estallado el conflicto entre los antiguos miembros del cártel de Sinaloa. Las bandas que después de la extradición en los EE.UU. del jefe Joaquín “El Chapo” Guzmán, se han rebelado y están tratando de hacerse un espacio criminal. El resultado es un baño de sangre, que golpea a todos los civiles. Se ensañan, sin embargo, con particular fuerza con los que, en dar apoyo a las comunidades heridas, terminan obstaculizando los planes de narcotraficantes como activistas de derechos humanos, periodistas y sacerdotes. Estos últimos cada vez más bajo ataque en el narco-guerra. Especialmente cuando los sacerdotes, como el padre Felipe, operan en contextos remotos y aislados y representan la única referencia para la población.