Tercera de diez hijos, fue bautizada con el nombre de Elena. El clima religioso de la familia favorece en ella una viva y personal unión con Dios, que se ha revelado ya a la edad de siete años, como ella mismo escribió en el Diario: “Oh Jesús escondido, en Ti hay toda mi fuerza. Desde los más tiernos años Jesús en el Santo Sacramento me ha atraído a Si. A la edad de siete años, mientras les fui a los crepúsculos y a Jesús fue expuesto en el ostensorio fue entonces que me fue transmitido por la primera vez el amor de Dios y llenó a mi pequeño corazón y el Dios me hizo comprender las cosas divinas y de aquel día a hoy mi amor hacia Dios escondido es aumentado hasta alcanzar el más apretón intimidad. Toda la fuerza de mi alma proviene del Santo Sacramento”. La familia era muy religiosa y Elena fue educada cristianamente, a 18 años les pidió a los padres el permiso de entrar a convento, pero la familia necesitó su ayuda y por lo tanto no consintió. Luego, trató de obedecer a sus padres y tomó parte en la vida social.
En su diario dice que un día, mientras fue a un baile con su hermana, tuvo una visión de Jesús flagelado que le dijo, “¿Cuánto tiempo tengo que esperarte? ¿Hasta Hasta cuándo me engañarás?”. Poco después se decidió seguir una vida religiosa, después de haber sido rechazada por muchos conventos, por último, el 1 de agosto de 1925, fue admitida en la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Merced en Varsovia. El 30 de abril de 1926 inició el noviciado, recibiendo el hábito y el nombre de “Sor María Faustina”. Tenía dos directores espirituales, Don Michał Sopoćko y el padre José Andrasz S. I. en Cracovia.
Desarrolló a tareas de cocinera, jardinera y portera y fielmente observó la regla religiosa. Se adoptó un estilo de vida severo y los ayunos la debilitaron. Los devotos le atribuyen a una intensa vida mística, en su diario escribe que Jesús le da el nombre de “Secretaria de la Divina Misericordia”. Pero su mala salud, la puerta a enfermarse de tuberculosis y para ser hospitalizada dos veces en un sanatorio cerca de Cracovia. La muerte le llamó “el día de su cruzada”, el 5 de octubre del mismo año, en Cracovia, a las 22:45, a la edad de 33 años.
La Iglesia Católica considera que ha recibido en la vida muchas gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas escondidos, la participación en la Pasión del Señor, el don de la ubicuidad, el don de leer en las almas, el don de profecía y el raro regalo del noviazgo y la boda mística; una relación viva con Dios, la Virgen María, los ángeles, los santos y las almas del purgatorio. A pesar del don de tantas gracias extraordinarias, escribió en su Diario: “Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios” (Diario 1107).
Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro, 18 de abril de 1993, y canonizada 30 de abril de 2000.
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