El norteamericano Christopher Catrambone, a 30 años, ya poseía una cuenta bancaria con más de 10 millones de dólares. Dueño de una empresa que trabaja con inteligencia y seguros en áreas de conflicto, él paseaba con su esposa en Mar Mediterráneo cuando su vida y la de miles de desconocidos cambió.
En el agua, flotaba un chaleco salvavidas y al preguntar al conductor del yate se encontró con una cuestión que, hasta el momento, ignoraba: las miles de personas que salen de África y Oriente Medio todos los años rumbo a Europa y sufren en el mar.
El vuelta en el yate continuó, pero Christopher ya no era el mismo. Por lo tanto decidió usar la mitad de sus riquezas para crear MOAS (Migrant Offshore Aid Station), una organización no gubernamental que ofrece ayuda a esos refugiados, para evitar que se ahoguen y mueran.
El primer paso fue comprar un antiguo barcos de la marina norteamericana, buques inflables y drones. Con la ayuda de voluntarios, especialistas en seguridad y médicos, lograron salvar alrededor de 3.000 personas sólo en los primeros meses.
“Si usted está en contra de salvar vidas en el mar, entonces usted es un intolerante y no pertenece a nuestra comunidad. Si usted permite que su vecino muera en su jardín, entonces usted es responsable de su muerte”, afirmó Catrambone.
Christopher Catrambone, su esposa y su hija pasan el verano y buena parte de la primavera ayudando en las operaciones de rescate. En cada misión, el buque de MOAS es informado sobre la presencia de una embarcación clandestina en peligro. Usando los drones, ellos verifican la situación y proceden al rescate.
Los barcos inflables, con botellas de agua y chalecos salvavidas, son enviados a los refugiados, que se resguardan en el barco. Todos los refugiados son examinados por los voluntarios de Médicos sin Fronteras. Una vez hecho esto, los inmigrantes son entregados a las autoridades gubernamentales, que autorizan su entrada al país.
A diferencia de lo que algunas personas piensan, el MOAS no tiene la intención de funcionar como un transbordador hasta Europa, sino de salvar vidas desesperadas, que huyen de la guerra y de situaciones extremamente peligrosas.
“Usted quiere saber, si un día yo me quedo pobre y voy a parar a la calle, que así sea. Pero nosotros hacemos esto. Y yo estoy orgulloso de eso. No me arrepiento de nada”, dijo el empresario.
Christopher Catrambone podría estar tranquilo a beber champagne en su yate, pero decidió lanzarse a una situación muy complicada que es la cuestión de la inmigración en Europa. Aún existe mucha gente buena en este mundo
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