El 13 de Junio es el día de san Antonio de Padua, a quien llaman el “Doctor Evangélico” por sus dotes para predicar. Fue famoso por sus muchos milagros como el ocurrido durante el sermón a los peces, cuando asomaron sobre el agua sus cabezas para escuchar al santo predicar o la conversión del hereje, llamado Bonfillo, que desafió a san Antonio y perdió cuando su mulo hambriento, que llevaba 3 días sin comer, prefirió arrodillarse delante de una hostia consagrada antes que ir a comer su forraje.
Lo he recordado con mucho cariño porque supe de un caso en Panamá que tiene que ver con este santo tan simpático.
Me contaron de una persona muy conocida que recibió un favor de san Antonio. En esos días empezaba a escribir y buscaba testimonios interesantes para mis libros. Le telefonee y me narró su historia. Me di cuenta que para nuestros amigos del cielo, los santos, nada es poco, con tal de ayudarnos en nuestras necesidades. Son nuestros hermanos.
Este caballero aprovechó un fin de semana para ir a la playa y disfrutar con su familia de un rato de esparcimiento. Transcurrió el día y lo pasaron de lo mejor. Por la tarde, cuando era hora de regresar a la capital, se percató que había extraviado las llaves del auto. Estaban en un manojo grueso y pesado, con bastantes llaves.
Se dio cuenta que las perdió al meterse en el mar.
Buscaron sobre la arena, en los alrededores y fue imposible. Caminaron por el borde de la playa donde rompe el mar y tampoco las hallaron. Los niños empezaban a impacientarse. Fue en este momento que se acordó que san Antonio tenía fama de ayudarlo a uno a encontrar objetos perdidos y rezo con mucha devoción pidiéndole que lo ayudara a superar este percance.
Algunos le dijeron que lo olvidara, pero no se desanimó.
En ese instante, frente a él, vio flotar en el mar, un objeto metálico, brillante, sobre el que se reflejaba la luz del sol. Rápidamente se metió al agua y se acercó con curiosidad a ver qué era aquello.
Apenas lo creía. ¡El manojo de llaves venía flotando hacia él!
Se quedó viendo el suceso impactado, sin comprender y tomó las llaves en sus manos.
“Esto no tiene lógica”, pensó. Colocó las llaves sobre el agua, en el mismo lugar donde las tomó y se fueron al fondo en un segundo, arrastradas por su peso. Cinco veces lo hizo y cinco veces las llaves se hundieron.
No le quedó más que reconocer el gran favor que le había hecho san Antonio de Padua y agradecerle con todo el corazón.
“Por eso soy devoto de san Antonio”, me dijo. “Imagine mi perplejidad al ver las llaves que venían flotando sobre el agua hacia mí. Es algo que contradice las leyes de la física y aún así, contra toda lógica, ocurrió”.
Concluyó su relato: “Desde entonces, cuando alguien pierde algún objeto valioso le recomiendo acudir a san Antonio de Padua, seguro que no lo va a defraudar.”
Fuente. Aleteia.org