Se podría decir que es su mayor pasión
Cada año en mi clase de Cristianismo y Medios de comunicación en la universidad Benedictine College hablamos de pornografía: el gigante mediático del siglo XXI.
Y todos los años el problema de la pornografía empeora. Lo último: los dos servicios más populares de streaming de vídeos en línea incluyen programas de gran difusión que simpatizan con la pornografía: un documental y un biopic.
No he visto (ni veré) ninguno, pero después de hablar hace poco con unos exorcistas me he dado cuenta de algo relacionado con este fenómeno: Satán es el mayor entusiasta de la pornografía.
¿Por qué?
Primero, Satán adora la pornografía porque odia la libertad.
Cuando renovamos nuestra promesa bautismal, la Iglesia pregunta: “¿Renuncias a Satán para vivir en la libertad de los hijos de Dios?”.
Consumir pornografía es decir: “No renuncio”. La pornografía milita contra la libertad. La ciencia al respecto es por todos sabida: El cerebro humano, cuando se excita con imágenes eróticas, descarga sustancias químicas en el flujo sanguíneo que pisan a fondo el acelerador del espectador para entrar en modo “dame más”. La ociosa curiosidad online se convierte rápidamente en una obsesión adictiva.
Las incursiones con la pornografía son como abrir una ventana en un avión presurizado a gran altitud. Tira de ti y te escupe al vacío.
Lo mismo sucede con las mujeres que participan en la industria del porno. Las mujeres que aspiran a carreras de modelo o que buscan una breve inyección de dinero en tiempos difíciles se ven envueltas rápidamente en las garras de una industria degradante, con imágenes de sí mismas cuya eterna difusión en Internet lamentarán siempre.
Un reciente fraude en la pornografía en Estados Unidos [en el que un hombre engañaba a mujeres para mantener relaciones con ellas y grabarlas diciéndoles que era una selección para una película pornográfica; N. del T.] no es muy diferente de lo que sucede con las actrices de porno “legítimo”: atraídas por el dinero, quedan atrapadas en la trampa de unos hombres que solo quieren utilizarlas.
Lo cual conduce a la segunda razón por la que a Satán le apasiona la pornografía: es la estructura definitiva del pecado.
Cuando mentimos o engañamos o robamos, cometemos un pecado que nos implica solo a nosotros individualmente. Cuando involucramos a otros en nuestro pecado, es mucho peor. Así que, ¿qué sucede con un pecado que ayuda a crear, perpetuar y sobrealimentar los sindicatos internacionales del pecado?
Utilizar pornografía desata un torbellino de pecado que Satán utiliza para arrastrar a grupos enteros de personas a su guarida: actores y actrices, programadores, vendedores, espectadores inconscientes…
Tercero: a Satán le encanta desfigurar la imagen de Dios.
El objetivo último de Satán no somos nosotros, sino Dios. No puede tocar a Dios, pero como todos fuimos hechos a Su imagen y semejanza, somos su segunda mejor opción.
Si entendiéramos la infinita inmensidad de nuestras almas y lo hermosas que como reflejo de la Trinidad, temblaríamos de responsabilidad. Satán sí lo entiende y se lanza a cada oportunidad de destrozar esa imagen. De hecho:
Cuarto: a los demonios les encanta hacer que los seres humanos parezcan animales.
En el capítulo 12 del Apocalipsis, la visión de una mujer —un ser humano de carne y hueso— vestida con el sol y coronada de estrellas es la que enfurece a los ángeles insubordinados.
Los demonios, criaturas de espíritu puro, no pueden tolerar a una criatura material creada superior a ellos. La simple idea les repugna. Así que disfrutan mostrando lo repugnantes que pueden llegar a ser esas criaturas humanas.
Un exorcista me describió cómo a menudo las víctimas de posesión imitan a los animales, gruñendo o arqueando la espalda. Los demonios no poseen a más personas porque nosotros mismos les hacemos el trabajo: escogemos imitar a los animales por voluntad propia.
Quinto, el diablo adora destruir la inocencia de los niños.
Cuando los apóstoles discuten sobre quién es el más grande en el Reino de los Cielos, en el capítulo 18 de Mateo, Jesús coloca a un niño en medio de todos. Luego, unos versículos más adelante, añade que cualquiera que haga pecar a un niño estaría mejor arrojado al mar con una piedra de moler atada al cuello.
Los demonios ya han elegido la piedra. Ahora quieren provocar el pecado en tantos niños como sea posible.
Junto con el aborto, la historia condenará con más gravedad nuestros tiempos, opino, por nuestra negativa a proteger a los niños ante la pornografía. Incluso un famoso actor porno muestra su repugnancia ante la facilidad con que los niños acceden la pornografía.
La razón de nuestro fracaso aquí es obvia: los adultos quieren acceso anónimo y fácil a la pornografía. Nos importa más proteger ese acceso que proteger a nuestros hijos.
Los demonios son como insectos depredadores.
Tienen la mente en una única cosa: penetrar en vuestras almas y volveros contra Dios. Consumir pornografía es como abrir su colmena justo aquí delante de vuestras caras, en el escritorio de vuestras casas.
Fuente: aleteia.org
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