Tessie es una dulce y seria niña de ocho años que alguna vez escuchó a sus padres hablar sobre el grave estado de salud de su hermano bebé, y que no tenían dinero para pagar por el costoso tratamiento que el pequeño necesitaba. También escuchó cuando su padre le decía a su madre que sólo un milagro salvaría al pequeño Ted.
Tessie corrió hacia su dormitorio y sacó un frasco en el que guardaba sus ahorros. Lo vació en el suelo y con cuidado contó cada moneda; luego las devolvió a su lugar y corrió a la farmacia. Esperó paciente a que el asistente farmacéutico advirtiera su presencia, pero se encontraba en una acalorada conversación con otra persona. La pequeña comenzó a golpear el suelo con su zapato en un intento de llamar su atención, y cuando vio que no funcionó comenzó a toser. Como nuevamente no hubo una reacción por parte del asistente, Tessie tomó una moneda de su frasco y la golpeó contra el vidrio.
“¿Qué quieres? Estoy ocupado hablando con mi hermano de Chicago, a quién no había visto en años”, contestó el irritado chico.
“Ok, pero yo quiero hablar acerca de mi hermano. Está muy enfermo y quiero comprar un milagro”, dijo Tessie.
“¿Qué dijiste?”
“Su nombre es Ted, y hay algo muy malo creciendo en su cabeza. Mi papá dijo que sólo un milagro lo puede salvar. ¿Cuánto cuesta uno?”
“Pequeña, aquí no vendemos milagros. Lo siento pero no puedo ayudarte”, dijo el joven.
“Escuche, tengo dinero y puedo pagar por él. Si no alcanza, puedo conseguir un poco más, sólo dígame cuánto cuesta”.
El hermano del asistente, un hombre bien vestido, se arrodilló a la altura de Tessie. “¿Qué tipo de milagro necesita tu hermano, pequeña?”
“No lo sé, solo sé que está muy enfermo y mi mamá dice que necesita una operación. Pero como mi papá no puede pagarla, decidí usar mi dinero”.
“¿Cuánto tienes?”, preguntó el hombre de Chicago. “Un dólar y 11 centavos”, dijo tranquilamente Tessie. “Es todo lo que tengo, pero si no es suficiente, puedo conseguir más”.
“Un dólar y 11 centavos, ¡qué coincidencia”, dijo el hombre mientras sonreía. Tomó a la pequeña de la mano y le pidió que le mostrara en dónde vivía. “Me gustaría ver a tu hermanito y hablar con tus padres. Veremos cuál es el milagro que necesita”.
Ese hombre bien vestido resultó ser Carlton Armstrong, un famoso cirujano especialista en neurocirugía. Al final, él realizó la operación que Ted necesitaba y en poco tiempo el pequeño regresó a casa completamente saludable. Sus padres, de manera inexplicable, estaban maravillados con el inesperado giro de los sucesos.
“Este doctor es un milagro”, dijo la mamá de Tessie. “No puedo imaginar cuánto habría costado la operación”. Tessie sonrió al escuchar estas palabras, porque sabía que el milagro costó exactamente un dólar con 11 centavos; además de la sincera bondad de una pequeña y la decencia de un hombre ordinario.
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