El Arzobispo de La Plata en Argentina, Mons. Héctor Aguer, dio algunas luces ante la experiencia humana de tener que sobrellevar el sufrimiento en la vida que parecieran contradecir el anhelo de felicidad hasta el punto de decir “¿Por qué Dios permite esto?”
“Parece que a algunos les va todo bien o la mayor parte de las cosas le salen bien, pero en cambio a otros parece que les va todo mal”, dijo al principio de su reflexión Mons. Aguer en su programa Claves Para un Mundo Mejor, el pasado 20 de octubre.
Esta realidad tiene relación con la “fragilidad de nuestra existencia, con nuestros límites” explicó el Arzobispo, “todos tenemos que sobrellevar cosas desagradables en la vida y nos ‘estrellamos’ muchas veces”.
Por lo tanto surge una pregunta: “¿Por qué Dios permite todo esto? ¿Por qué tengo yo que sobrellevar este sufrimiento, esta pena?”.
Frente a esto, Mons. Aguer afirmó que muchas veces se cree que “todo tiene que salir bien, todo a pedir de boca y no es así”. La felicidad consiste exactamente en “el equilibrio de estas cosas”.
La felicidad es “asumir con serenidad los elementos negativos que encontramos en la vida cotidiana”, y esto implica reflexionar sobre la vida en su conjunto y ver “que todo aquello tuvo algún sentido”.
Pero lo más importante, continuó el Arzobispo de La Plata, es que “esos sufrimientos, esas penas, tienen sentido para un cristiano porque nosotros las unimos a los sufrimientos de Cristo”.
Entonces “no hay que dramatizar demasiado”, aconsejó. “No es que todos los días nos caiga encima una cruz enorme, pero crucecitas tenemos todos y hay una gran ocasión de comportarse como verdaderamente hombre o mujer”.
Mons. Aguer invitó a ser cristianos que sepan reconocer sus límites y saber quiénes son y para qué están en el mundo. De esta manera, “unir estas cosas que parecen negativas al sufrimiento de Cristo porque la cruz es el camino para la resurrección”.
“Estas cosas que nosotros ofrecemos a Dios sirven para la purificación de nuestros pecados y sirven también para adiestrar nuestra voluntad, para hacernos más libres y para ponernos en las manos de Dios con mayor confianza”, concluyó Mons. Aguer.