“Queridos hijos, os hablo como vuestra Madre, Madre de los justos, Madre de aquellos que aman y soportan, Madre de los santos. Hijos míos, también vosotros podéis ser santos. Eso depende de vosotros. Santos son aquellos que aman sin medida al Padre Celestial, aquellos que lo aman sobre todas las cosas. Por eso, hijos míos, buscad siempre mejorar. Si intentáis ser buenos podéis ser santos, sin pensar que lo sois. Si pensáis que sois buenos, no sois humildes y la soberbia os aleja de la santidad. En este mundo inquieto, lleno de pruebas, vuestras manos, apóstoles de mi amor, deberían estar extendidas en oraciones y misericordia. A mí, hijos míos, regaladme jardines de rosas, rosas que amo tanto. Mis rosas son vuestras oraciones dichas con el corazón y no solo
La Virgen ha bendecido a todos los presentes y todos los objetos religiosos. Después, como la Reina de la Paz desea, los sacerdotes han bendecido a todos y todos los objetos religiosos.
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