Al poco tiempo la mujer se volvió a quedar embarazada y aquello originó el primer gran disgusto del matrimonio. Él venía de casa grande y no quería hijos porque no los iba a poder tener “cómo él había vivido en casa de sus padres”.
A pesar de todo y cumplido el tiempo nació un segundo varón. Pasaron los años y era una familia normal, como tantas otras. El padre trabajaba en el hospital y luego tenía una consulta en su casa. Ella era maestra y organizaba en su casa clases para preparar oposiciones y para administrativos de empresas.
La trágica decisión del esposo
Después de ocho años la mujer se volvió a quedar embarazada.Por lo visto la situación llegó a extremos indescriptibles y el esposo suministró a su esposa productos, a los que tenía acceso por su profesión, con el propósito de que ella abortara ¡Pero no lo consiguió!
Eran aquellos tiempos en que las mujeres no contaban para la sociedad y, aunque ella se resistiera y protestara, no servía de mucho. El esposo lo intentó una segunda vez y tampoco lo consiguió.
Al tercer intento la mujer se plantó firme y le dijo a su esposo que no consentía su deseo de abortar a su bebé y que no lo intentara más, que estaba visto que Dios no quería que él se saliera con la suya y que ella no le iba a dejar.
Aquella oposición, supuso un tremendo disgusto entre ambos, hasta el punto de que ella pensaba en la separación, aunque para entonces, esto no estuviera bien visto en la sociedad.
El Milagro de la Virgen de Fátima
Con aquellos intentos en su cuerpo y su inmenso dolor en el alma, la mujer continuó adelante con su gestación sin saber qué daño pudo haber provocado a su bebé aquellos productos que su esposo le había suministrado
Por aquellos días la imagen peregrina de la Virgen de Fátima fue a Sevilla, España. Y a la señora no se le ocurrió otra cosa que irse a la plaza de España, donde estaba la imagen, en pleno mes de Abril, a pedirle a su Madre que, con todo lo que había pasado, aquella criatura que ella llevaba en su seno, naciera al menos normal.
Ella narra que, mientras estuvo en la plaza, perdió la noción del tiempo y del lugar, que solamente sentía que estaban ellas dos hablando, la Virgen y ella, y era como que si la multitud que se movía a su alrededor habían desaparecido.
Ella no sabe cuánto tiempo estuvo allí, ni si cantó o rezó en voz alta, ella sólo sabía de su dolor y que la Virgen la podía ayudar.
Aquella mujer regresó a su casa reconfortada y siguió con su vida normal. Cuando llegó aquel esperado momento, dio a luz a una criatura. Fue una niña, normal – quien es ahora la que escribe estas líneas -, con sus brazos y sus piernas y con todo lo demás en condiciones.
La mujer no se lo creía, la alegría la embargaba. Sabía que era domingo porque sus hijos habían ido a su colegio para la Misa, pero cuando se dio cuenta de la fecha que era por poco no le da algo.
Aquella niña normal, gracias a la intervención de la Virgen, había nacido un trece (13) de Mayo, fiesta de la Virgen de Fátima. ¿Alguien se atreve a decir que fue casualidad?.
Cada día estamos más convencidos de la grandeza de Dios todos los que conocemos esta historia.
Aquel hombre, con su visión recortada, sirvió de instrumento para demostrar que por encima de nosotros, siempre está Dios
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