Oh Virgen Inmaculada, tu que eres la Madre de Jesús y mía, dirige tu mirada de misericordia y de amor sobre mí, que de la maternidad siento hoy más que nunca toda la dulce responsabilidad.
A ti confío, oh Madre, mis hijos que amo tanto, por los cuales he sufrido tanto y que un día tendré que dar cuentas a tu Hijo Divino.
Enséñame a guiarlos como Santa Rita guió a sus hijos, con manos seguras por la vía que conduce a Dios.
Hazme tierna sin ser débil y fuerte sin ser dura.
Obtén para mí aquella paciencia que no se cansa nunca y todo lo soporta, porque persigue una sola meta que es la salvación eterna de mis criaturas.
Ayúdame en esta difícil tarea oh Virgen Santa. Forma mi corazón a imagen del tuyo y haz que mis hijos vean en mí el reflejo de tus virtudes de modo que, después de haber aprendido de mí a amarte y servirte en esta tierra, alcancen un día a alabarte en el cielo. Con este propósito dispón para ellos, Reina de todos los santos, la protección de Santa Rita de Casia.