Inmaculada y Señora mía bendita,
que de tus purísimas manos
irradias rayos de amor,
bendición, protección y salud,
con los que inundas a tus hijos devotos:
¿Quién ha sido en esta vida más atribulada,
después de vuestro bendito hijo que vos?
¿Quién ha sido más combatida
de angustias y penas?
¿Quién ha sido más atravesada
de los más agudos chillidos de dolor?
Todas las penas y tormentos
que pasó vuestro piadoso corazón,
no solamente os sirvieron para ser
más semejantes en el padecer a vuestro Hijo
y acrecentar vuestras coronas,
sino también para que os compadecieseis más
de los que padecen y dieses la mano
y sustentases con tu brazo poderoso
a los que sumidos en el abismo
del dolor, de miserias y calamidades,
nos anegaríamos sino alzásemos los ojos a vos.
Yo estoy en la hora presente afligido,
las tribulaciones me rodean por todas partes,
estoy cercado de penas,
no tengo en qué esperar, ni encuentro consuelo,
ni veo cosa alguna en qué estribar ni hacer pie.
El sol se me ha oscurecido,
todas las cosas me atormentan
y no tengo otro refugio,
ni otra estrella que mirar sino a vos,
en cuyos dulcísimos brazos me echo
y en cuyo fidelísimo patrocinio confío.
Sé de cierto, que antes faltaría el cielo y la tierra,
que vuestro socorro a los que os lo piden
con humildad y devoción esperando en vos,
porque cuando las dificultades
y los problemas sin remedio más atormentan,
las entrañas suavísimas de vuestra piedad,
vuestra poderosa misericordia resplandece más,
sanando las llagas incurables,
dando fácil salida a los que humanamente
parecen que no la tienen.
Como os suplico que lo hagas
en ésta, mi necesidad:
(Hacer la petición o exponer el problema)
Amén