A capilla terminada, las Hermanas se dieron cuenta que por un lado la realización fue notable, pero, se había cometido un error de hecho no había ninguna conexión entre el foro y el coro. No había hueco de la escalera y, teniendo en cuenta la altura de las tribunas, era imposible instalar uno.
Sor Madeleine hizo venir numerosos carpinteros para tratar de resolver el problema, pero nadie logró encontrar una solución adecuada, algunos propusieron de arrasar el entero edificio para reconstruirlo. Pero las Monjas prefirieron confiar en el Señor y recitaron una novena a San José, esperando en un milagro.
En el último día de la novena se presentó un carpintero en busca de trabajo. Llegó montado en una mula, llevando en la mano su caja de herramientas. Fue asumido inmediatamente para hacer el trabajo considerado imposible. El carpintero trabajó con diligencia y discreción por unos seis meses. Una vez acabada la escalera el hombre desapareció, las Hermanas del Colegio de Nuestra Señora de Loretto dicen que la escala fue la respuesta de San José a sus oraciones. Muchos prefieren pensar que el carpintero era San José a sí mismo.
Su magnífica estructura, la elegancia con la que se eleva, así como varios detalles de la construcción, dejan perplejos los expertos. Por ejemplo, ella cumple dos vueltas de 360 grados sin soporte lateral y es hecha todo a encaje, sin el uso de un único clavo. Algunas de sus trozos son de un tipo una madera inexistente en la región.
La Milagrosa Escalera se encuentra, aún hoy, en la Capilla de Nuestra Señora de la Luz, en la ciudad norteamericana de Santa Fe, y es capaz de sorprender todas las almas capaces de ver y de amar su belleza.
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