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Teresa Neumann: Hitler temblaba frente a ella… ahora entendemos por qué

¿Qué puede hacer una mística que vive de la Eucaristía, visiones y oración, en medio de una explosión de mal, de violencia opresiva, como el nacionalsocialismo? Un creyente podría pensar que su tarea es la de hacer de pararrayos, de llevar la cruz en tiempos de maldad. Sobre todo si la mística en cuestión, un jueves santo de 1926, recibió los estigmas.

Pero aparte de eso, una mujer así no parece tener nada que ver con la vida política, concreta, de un pueblo.

Y sin embargo no es así. Teresa Neumann, la mística estigmatizada en cuestión, de hecho, en los años de surgimiento del nacionalsocialismo, es la mujer que convierte y transforma al único periodista que se atreve de verdad a desafiar a Hitler; la mujer que sostiene al fraile franciscano que le acompaña y que lucha, como un león, contra el dragón malvado.

Es decir, al menos dos entre los hombres que más se oponen, con sus artículos y con su cuerpo, al alzamiento de Hitler, son discípulos de Teresa: a ella se dirigen para recibir consejos, indicaciones y coraje.

¿Sus nombres? Fritz M. Gerlich y el padre Ingbert Naab.

¿Quiénes son estos dos extraordinarios personajes tan olvidados?

Emilio Gentile, profesor de Historia contemporánea en La Sapienza de Roma, en su libro “Contro Cesare” (Feltrinelli, Milán, 2010), recuerda que Gerlich y Naab son, en los años Treinta, la cabeza y el corazón del semanario católico Der gerade Weg,  que llevó a cabo la campaña más agresiva contra el nacionalsocialismo, usando ampliamente imágenes, caricaturas y fotomontajes, que ridiculizaban el racismo y la megalomanía de Hitler.

El fin del nacionalsocialismo, escribía el padre Naab, era “hacer proclamar en las iglesias vacías de sacrificios la nueva religión del mito de la raza”. En el número del 17 de julio de 1932, Der gerade Weg sacaba el primera página un fotomontaje que mostraba a una mujer mongola llevando en brazos a Hitler, con un título en  grandes caracteres: “¿Hitler tiene sangre mongola en las venas?”. En otra ocasión el título era: “¡Encerrad a Hitler!’”.

El día después del éxito electoral nazi de 1932, el padre Naab, que ya el año anterior había publicado un libelo contra Hitler titulado “Ist Hitler ein Christ?”, se desata contra Hitler, que vuelve “histéricas y fanáticas” a las masas con su propaganda falsificadora, y contra sus electores, acusados de ser “cobardes” y funcionarios públicos que sólo piensan en conservar su puesto de trabajo.

Advertido por Teresa e invitado por ella a huir, el padre Naab logró escapar a Suiza poco antes de que los nazis irrumpieran en su monasterio para capturarlo. Murió en el exilio en 1935.

En cuanto a Fritz Michael Gerlich, cuya vida ha sido contada por Ovidio Dallera e Ilsemarie Brandmair, en “Un giornalista contro Hitler” (Mursia, Milán 2008), se trata de un investigador de historia, un archivero, de clara fe anticomunista y nacionalista. En 1920 publica “El Comunismo como doctrina del milenarismo moderno”, en la que vincula el marxismo con las herejías medievales, su fanatismo utópico y homicida. También los comunistas, escribe, tienen la idea del mal absoluto, el capital; imaginan un paraíso, la sociedad comunista; proponen un mesías salvador, el proletariado.

En 1920 Gerlich dirige el Munchner Neueste Nachrichten, y uno de sus periodistas, un tal Aretin, fue invitado a hacer un servicio sobre Teresa Neumann: Aretin habla de una mujer que tiene visiones, éxtasis y estigmas sangrientos, y que habla fluido, aunque sin tener instrucción, varias lenguas antiguas, incluido el arameo de tiempos de Jesús.

Gerlich no cree en el reportaje y va donde Teresa, con la intención de desenmascararla. En realidad, se convierte en discípulo suyo y esto cambia también su vida profesional: el nazismo se convierte en su principal enemigo. En Der gerade Weg, el semanario católico del que fue luego director, Gerlich acusa, además del comunismo, también la política anticristiana de los nazis, su idea de eliminar los crucifijos, su racismo.

Cada día la vida de Gerlich corre riesgo, recibe amenazas de este tipo: “Haremos fiesta a usted y a su negro aquelarre, haciendo una hoguera con todas las cruces de Cristo, de ese Cristo que nació de una pu* judía”.

Su periódico consiguió poner en un brete a los nazis, publicando artículos comprometedores para sus jerarcas, gracias a un colaborador secreto bien introducido en la cúpula del partido. Parece que Gerlich estaba en posesión de informaciones sobre la muerte violenta de la sobrina de Hitler, Geli, y de las relaciones de Ernst Röhm con el petróleo anglo-holandés. ¡Der gerade Weg llega a vender, en 1932, unos 90.000 ejemplares!

Si la inspiradora de Gerlich es Teresa, su protector eclesiástico – recuerda M. Burleigh, profesor de Historia en Oxford, en su “In nome di Dio”(Rizzoli, Milán 2006) – es mons. Faulhaber, acérrimo enemigo del nazismo, el mismo que en 1951 ordenará sacerdote a Joseph Ratzinger.

En 1934 Der gerade Weg es el primer objetivo de las SS nazis de Röhm. Gerlich renuncia a escapar, aún pudiendo hacerlo, y es tomado prisionero. La noche después de la de los “Cuchillos Largos”, mientras otros periodistas, tras amenazas y “recomendaciones”, son liberados, Gerlich fue asesinado.

En cuanto a Teresa, el diario italiano La Stampa del 2 de febrero de 1935 titula así: “Teresa Neumann, la estigmatizada, internada por antinazismo”. Los nazis la temen y Himmler en persona envía hombres para controlarla. Pero Teresa sobrevivió al nazismo: murió de hecho en 1962.

Artículo publicado originalmente en La Croce