¿Cuánto es importante tener una fe constante, para conseguir una gracia?
Incluso el Padre Pío pudo mostrar a una señora de su país, que oró insistentemente por la recuperación de su esposo, cuánto la había escuchado Dios desde el principio.
Aunque la mujer ya estaba haciendo todo lo posible para ayudar al enfermo, no se calmó, se resignó a verlo tan gravemente reducido.
Luego se apresuró al convento, para pedirle al Padre Pío una audiencia. En ese momento, sin embargo, para obtener incluso una confesión del futuro Santo, ¡había una cola muy larga para hacer, al menos tres días!
La señora no se dio por vencida y, mientras esperaba su turno, fue a la iglesia para rezar una y otra vez y pedir la intercesión de la Virgen de las Gracias. Ella ahora oraba de maniera nerviosa, moviéndose aquí y allá en la Iglesia, llorando y no encontrando paz de ninguna manera. Continuó haciéndolo y permaneciendo en ese estado de angustia todo el tiempo, hasta que, finalmente, la fila para llegar al Padre Pío comenzó a hacerse más pequeña y ella pudo esperar de lo encuentrarlo.
Padre Pio advertía las necesidades de los fieles
Entró en el pasillo. Desde ese momento, se podía ver al Padre desde lejos y fue él quien notó la presencia de esa desesperada esposa. La miró con reproche y le dijo: “Mujer de poca fe, ¿cuándo terminarás de romperme la cabeza y zumbar en mis oídos? ¿Soy quizás sordo? Ya me lo has dicho cinco veces, derecha, izquierda, adelante y atrás. Entendí, entendí… Va pronto a casa, todo queda bien.”
El Padre Pío, mientras la mujer se había dedicado a pedir la intervención divina, había escuchado mentalmente aquellas oraciones que, en cuanto a la insistente viuda de la parábola, habían sido tocadas por la gracia. Su esposo se recuperó.
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