Lina Medina Vásquez tiene 83 años. Ella aún no olvida lo que sucedió cuando era niña. Dejó de jugar con muñecas para cuidar a su propio bebé. En 1939 esta noticia sorprendió el mundo. ¿Se puede ser madre cuando aún no se es mujer? Este es el extraño caso de Lina, una niña peruana nacida en la región de Huancavelica al sur del Perú, quien se convirtió en madre cuando tenía solo cinco años.
Concibió a su hijo a los cuatro años y 8 meses, fruto de abusos sexuales, aunque ella nunca desveló quién fue su agresor. Un hecho insólito. En medio de la Segunda Guerra Mundial, el país se convirtió en el centro de la noticia. La ocurrencia médica se encuentra registrada en La Academia Americana de Obstetricia y Ginecología.
¿Puede una niña ser madre?
Es domingo 14 de mayo de 1939, en Lima se celebraba el día de la madre. Cuando en los estrechos pasillos del nosocomio los periodistas aguardaban la noticia del parto “¡Es un varón!”, se escuchó. “¡Ya dio a luz Lina Medina!”. La operación había sido un éxito, como se indica en los diferentes recortes periodísticos de la época. Sin embargo, los científicos de aquel tiempo se preguntaban, ¿es posible que a tan corta edad, el cuerpo de una niña esté preparado para alumbrar?
La ciencia no pudo explicar el hecho. Lina de un metro y 10 centímetros de estatura, había dado a luz a un varón de 48 centímetros y algo más de dos kilos y medio de peso. “Gerardo” fue su nombre en honor al médico que lo trajo al mundo. Lina creció sin vivir su maternidad plenamente. Por años se mantuvo retraída y alejada de los medios de comunicación.
Su maternidad había sido confinada a su niñez. Lina no supo que era madre hasta que fue tomando conciencia de lo que había ocurrido. Creció jugando con su propio hijo, quien a los 10 años se enteró que Lina era su progenitora. Pese a ignorar su maternidad, cada día se fortalecía en su corazón, aquella bendición recibida: la de ser madre.
A la espera de una “mirada” distinta
Esta madre peruana fue objeto de innumerables propuestas para investigar su caso, pero ella se negó a todas. Hoy vive en un barrio del primer puerto del Callao llamado “Chicago”. Tras la publicación del libro escrito por el ginecólogo Lozada, fue llevada ante palacio de gobierno en 2002 para solicitar al estado peruano le otorgue una pensión vitalicia.
Conoció la maternidad a temprana edad sin saber lo que eso significaba. A medida que pasaron los años obtuvo matrimonio y de esa unión engendró otro hijo. En esa época, el prestigioso investigador peruano Edmundo Escomel concluyó que la fecundidad precoz de Lina, se debía a un desorden hormonal, en la glándula pituitaria.
Lo cierto es que logró dar vida a un hombre que a los 40 años falleció a causa de problemas en la médula ósea. Su extraordinario caso llama a la reflexión: en primer lugar, la ciencia no lo sabe todo – ni siquiera ahora, a pesar de los avances tecnológicos – sobre el “milagro” de la maternidad: el don de la vida sigue siendo un misterio profundo que rompe los esquemas humanos y escapa a su control.
En segundo lugar, el tratamiento sufrido por aquella pobre niña, víctima de abusos, que fue tratada más como curiosidad científica que como un ser humano abusado y herido que necesitaba protección.
Es que esta mujer tuvo que padecer a lo largo de toda su vida, hasta estos días, ser “observada” por la ciencia como un caso extraño y único. ¿Pero alguien se habrá acercado a su casa durante todos estos años con otras intenciones? Quizás empezar por la empatía, la caridad y la comprensión para con esta mujer representaría un gran paso.
De momento, más allá de la sensibilidad del tema con respecto a que de fondo hay una cuestión de abuso y desamparo, ahí está Lina, esperando una “mirada” distinta sobre su vida.
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