QUINTO GOZO: EN LA PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO
Considera, alma mía, cuál no sería el gozo de Santa Ana cuando presentó en el templo a su santísima hija a la edad de tres años. Si no fuera tal madre, muy excesiva pena sentiría al quitar de sí una hija de tanto agrado, y tan dotada de bienes de gracia y de naturaleza. Mas no fue así con nuestra santa, pues si bien sentía el apartamiento de criatura e hija tan amable, con todo, mayor era el gusto de dedicarla a Dios, como lo había prometido. Sabía que Dios estima lo que se le da, no con tristeza y necesidad, sino con alegría, y mucho alegrábase de tener don tan excelente para ofrecer a Dios. Cuál sería, pues, el júbilo de su corazón, cuando veía con qué gracia y ligereza subía su bendita hija los escalones, las quince gradas del Templo, con la admiración del sacerdote. Cuál su consolación, viendo cómo aquella pequeña y casta tórtola, escogía ya desde entonces para sí un nido junto a los altares del Señor. Más tarde, vendría Ella misma a ofrecer, el día de su purificación, a su preciosísimo Hijo, Jesucristo. Las prendas que ya desde entonces campeaban en aquella niña la admiración del sacerdote y de los ministros, el agrado que con tal don era recibido por el Altísimo, y los sublimes misterios que en aquella ocasión tenían principio, eran eficaces motivos para un superior júbilo en el corazón de Santa Ana. Y tú, alma mía, ya que no tienes don tan excelente para ofrecer a Dios, aprende a dedicarte con todas tus potencias a su servicio, como quien sirve a buen Señor.
QUINTA VIRTUD: ORACIÓN CONTINUA Y FERVOROSA
Pondera, cómo, la gloriosa Santa Ana, fue continua y fervorosa en el santo ejercicio de la oración, como ni lo fue esa otra madre, la de Samuel, por más que su fervor fuese notado por el Sumo Sacerdote. Baste decir, que por oraciones continuas alcanzó del Señor el remedio de su esterilidad, en una hija tal como la Virgen María. Por eso la dedicó luego al Templo, en donde la niña se diese toda a la oración y a las alabanzas divinas. Quiso, con la oración de su hija, suplir y ayudar a la suya, para que fuese mejor aceptada. Ella, entretanto, habiendo antes hecho un templo de su casa, consideraba frecuentemente los misterios que en ella se obraban, ordenados a la Redención del género humano, pues en aquella sagrada casa nació la que debía ser “Madre del Redentor del mundo”. Oh, cómo la consideración de ciertos secretos, que es creíble le fuesen revelados, elevaría su espíritu a alabar a Dios, porque la hizo participante, y tan próximamente llegar a tan altos misterios. Oh tú, alma mía: ¿Qué haces que ya no das frutos, y crees y veneras todos estos pasados misterios? Considéralos y medítalos frecuentemente, o con la Santísima Virgen en el templo de Dios, o con Santa Ana en tu casa. Concluye tu oración pidiendo a la santa que en la suya, se acuerde de la necesidad que padeces y que le tienes recomendada.
ORACIÓN PARA PEDIR LA GRACIA QUE SE DESEA OBTENER
Gloriosísima Señora Santa Ana, madre de la Madre de Dios, poderosa intercesora nuestra y refugio seguro de los que a vos recurren. Yo me gozo en tu honor. Estimo que sea tanta vuestra excelencia, tan sublime vuestra dignidad, y vuestro poder tan admirable, que no puedan dejar de ser también entrañas de piedad y misericordia las vuestras, pues engendraron a la “Madre de Misericordia”. Por eso recurro a Vos, confiado, pidiéndoos de todo corazón me recibáis bajo vuestro amparo. Alcanzadme Fe viva, Esperanza firme y Caridad perfecta, pureza de alma y de cuerpo, devoción cordial a vuestra santísima hija: la Virgen María Señora Nuestra, deseo eficaz de servir a Dios, dolor muy verdadero de haberle ofendido y propósito de enmienda. Haced que este propósito me acompañe hasta la hora de mi muerte, y en ella alcanzadme victoria contra las tentaciones del demonio y la gracia de la perseverancia final. También os pido que empeñéis vuestra especial intercesión para que consigáis la merced que de vos pretendo en esta novena.[Pedir aquí la gracia que se desea]Mostrad, Santa gloriosa, la eficacia de vuestro patrocinio en procurar el buen despacho de mis peticiones. No atendáis a lo poco que yo merezco, sino a lo mucho que vos podéis. Favorecedme con aquella misma instancia con que pedíais al Señor el remedio de vuestra esterilidad. Por aquel gozo con que entendisteis ser vuestra oración oída, oíd ahora mis oraciones. Por aquella confianza y autoridad de madre de la que lo había de ser del mismo Dios, interceded ante vuestra hija santísima. ¿Qué le podéis vos pedir que no tenga buen despacho de parte de Ella? ¿Y qué memorial vuestro puede Ella presentar a su Hijo, vuestro Nieto Santísimo, a que Él no quiera convenir?¡Qué falta, pues, gloriosa Santa Ana, sino que vos queráis interceder!, pues para qué os hizo Dios tan poderosa sino para remedio de los atribulados que acuden a vuestro amparo. Valedme pues, Santa poderosísima, que en vos confío. Valedme para crédito de vuestro poder, para honra de vuestra Hija y de Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Nieto. Valedme para que vuestro nombre sea cada más conocido y acudan a vos todos aquellos que tanto necesitan de vuestro amparo. Bien sé que no merezco vuestro valimiento, pero será ilustre misericordia vuestra atender a mis súplicas sin haber en mí merecimiento. Y espero, que luego de ayudado por vuestra intercesión, os sepa vivir agradecido. Amén.