“Queridos hijos, mientras los miro a ustedes que aman a mi Hijo, mi Corazón se llena de ternura. Los bendigo con mi bendición maternal. Con mi bendición maternal bendigo también a sus pastores: a ustedes que pronuncian las palabras de mi Hijo, que bendicen con Sus manos y que tanto lo aman, que están dispuestos a hacer con alegría cualquier sacrificio por Él. Ustedes lo están siguiendo a Él, quien fue el primer Pastor, el primer Misionero. Hijos míos, apóstoles de mi amor, vivir y trabajar para otros, para todos los que ustedes aman a través de mi Hijo, es gozo y consuelo de la vida terrenal. Si mediante la oración, el amor y el sacrificio, el Reino de Dios está en sus corazones, entonces, su vida es alegre y serena. Entre los que aman a mi Hijo y se aman recíprocamente por medio de Él, no son necesarias las palabras. Una mirada es suficiente para que se escuchen las palabras que no se pronuncian y los sentimientos que no se expresan. Allí donde reina el amor, el tiempo ya no cuenta. Nosotros estamos con ustedes. Mi Hijo los conoce y los ama. El amor es lo que los conduce a mí, y por medio de ese amor, vendré a ustedes y les hablaré de las obras de la salvación. Quiero que todos mis hijos tengan fe y sientan mi amor maternal que los lleva a Jesús. Por eso, hijos míos, dondequiera que vayan, iluminen con amor y fe, como apóstoles del amor. Les doy las gracias.”
“Queridos hijos, mi Corazón materno sufre mientras miro a mis hijos que no aman la verdad, que la esconden; mientras miro a mis hijos que no oran con sentimientos y con obras. Estoy triste mientras le hablo a mi Hijo de que muchos hijos míos ya no tienen fe, que a Él no lo conocen, a mi Hijo. Por eso os invito a vosotros, apóstoles de mi amor: procurad mirar en los corazones de los hombres hasta el fondo, y allí encontraréis, con seguridad, un pequeño tesoro escondido. Mirar así es misericordia del Padre Celestial. Buscar el bien, incluso donde se encuentra el mal más grande, tratar de comprenderse los unos a los otros y no juzgar, es lo que mi Hijo pide de vosotros; y yo, como Madre, os invito a escucharlo. Hijos míos, el espíritu es más poderoso que el cuerpo, y llevado por el amor y las obras supera todos los obstáculos. No olvidéis: mi Hijo os ha amado y os ama. Su amor está con vosotros y en vosotros cuando sois uno con Él. Él es la luz del mundo, y nadie ni nada logrará detenerlo en la Gloria final. Por eso, apóstoles de mi amor, no tengáis miedo de dar testimonio de la verdad. Testimoniadla con entusiasmo, con obras, con amor, con vuestro sacrificio y, sobre todo, con humildad. Testimoniad la verdad a todos aquellos que no han conocido a mi Hijo. Yo estaré a vuestro lado, yo os alentaré. Testimoniad el amor que no cesa nunca, porque proviene del Padre Celestial que es eterno y ofrece la eternidad a todos mis hijos. El Espíritu de mi Hijo estará a vuestro lado. Nuevamente os invito, hijos míos: orad por vuestros pastores, orad para que puedan ser guiados por el amor de mi Hijo. Os doy las gracias”.
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