Fue el 5 de enero de 1870, cuando Don Bosco tuvo un sueño, que se reveló profético, para algunos eventos posteriores relacionados con París y Europa. En aquel momento, el sueño fue transcrito y comunicado al Papa Pío IX y, por lo tanto, si tiene el texto.
Parte de la profecía habla precisamente de Italia y de Roma, en particular, con palabras bastante perturbadoras, que, en el mejor de los casos, parecen describir el escenario que está surgiendo y que, a partir del concepto de infalibilidad del Papa, llega a considerar el alejamiento de muchos de la Iglesia y la contrariedad, la pena y el “castigo” de Dios por esto.
Don Bosco: “Roma ingrata, Roma afeminada, Roma soberbia”
“Sembrará la discordia entre tus asesores; suscitará enemigos entre mis hijos. Las potencias del siglo vomitarán fuego y querrían que las palabras fuesen ahogadas en las gargantas de los custodios de mi ley. Pero esto no sucederá. Harán el mal, pero en perjuicio de sí mismos. Tú date prisa; si las dificultades no se resuelven, corta por lo sano. Si te sientes angustiado, no te detengas, sino al contrario, continúa adelante hasta que le sea cercenada la cabeza a la hidra del error. Este golpe hará temblar a la tierra y al infierno, pero el mundo recobrará la seguridad y todos los buenos se alegrarán.”
El estímulo para los cristianos italianos (en esta sección del texto) es apoyado por la intervención, siempre lista, de la Virgen: “pero la gran Reina será siempre tu auxilio y como en los tiempos pasados, también en el porvenir será siempre magnum et singulare in Ecclesia proesidium.”
Luego, sin embargo, se habla específicamente de Roma: “A ti, Italia, tierra de bendiciones, ¿quién te ha sumergido en la desolación?… No digas que tus enemigos, sino tus amigos. ¿No oyes a tus hijos pidiendo el pan de la fe sin encontrar quien se lo parta? ¿Qué haré? Heriré a los pastores, ahuyentaré el rebaño, a fin de que los que se sientan sobre la cátedra de [San] Moisés busquen buenos pastos y la grey escuche dócilmente y se alimente.
Pero sobre la grey y sobre los pastores caerá mi mano; la carestía, la peste, la guerra, harán de manera que las madres lloren la sangre de los hijos y de los esposos muertos en tierra enemiga.
¿De ti, oh Roma, que será? Roma ingrata, Roma afeminada, Roma soberbia. Has llegado al punto que no buscas ni admiras en tu soberano más que el lujo, olvidando que tu gloria y la suya está sobre el Gólgota. Ahora él está viejo, achacoso, inerme, despojado de todo; sin embargo, con tu esclava palabra, todavía hace temblar el mundo.
Roma… Yo vendré cuatro veces sobre ti.
En la primera castigaré la tierra y tus habitantes.
En la segunda llegará la ruina y el exterminio hasta tus murallas.
¿Todavía no abres los ojos?
Vendré la tercera vez y destruiré las defensas y los defensores y al dominio del Padre sucederá el reino del Terror, del espanto y de la desolación. Pero mis sabios huyen, Mi ley es todavía pisoteada; por eso te haré la cuarta visita.
¡Ay de ti, si Mi Ley es todavía para ti un nombre vano! Se darán prevaricaciones entre los doctos y los ignorantes. Tu sangre y la sangre de tus hijos lavará las manchas que tú infieres a la ley de tu Dios.”
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