La descomposición natural que se produce después la muerte puede ser más rápida o más lenta, depende de las circunstancias, pero inevitablemente, según dice el sacerdote el Miércoles de Ceniza (citando el Génesis), “eres polvo y al polvo volverás”.
Sin embargo, la Iglesia católica ha reconocido que, en raras ocasiones, ciertos cuerpos de santos no han sufrido el proceso de la descomposición. Esto se considera un acontecimiento milagroso. Es el caso de Santa Bernadette Soubirous.
Cuando se abrió el féretro en 1909, treinta años después de su muerte, los forenses lo encontraron incorrupto. Lo mismo sucedió en 1919 y en 1929. El rosario que anudaba sus manos se había podrido y oxidado, y el hábito aparecía deshecho, y sin embargo el hígado, uno de los órganos que primero se descomponen, estaba intacto al cabo de tres décadas de su muerte, e intactos aparecían también los dientes y las uñas. Incluso en su organismo se encontraron líquidos…
Así describieron los doctores David y Jordan lo que se encontraron en la primera exhumación:
“Se abrió el féretro. No percibimos ningún olor. El cuerpo estaba revestido por los hábitos de la Orden, bastante húmedos. Sólo el rostro, las manos y parte de los antebrazos estaban descubiertos. La cabeza estaba inclinada a la izquierda, el rostro era de un blanco pálido. La piel, pegada a los músculos, y los músculos pegados a los huesos. Los párpados, hundidos, cubrían los ojos. La nariz estaba apergaminada y afilada. La boca, ligeramente abierta, dejaba ver los dientes todavía juntos. Las manos, cruzadas sobre el pecho y perfectamente conservadas junto con las uñas, apretaban un rosario comido por el óxido. En los antebrazos se veía el relieve de las venas.
También los pies, como las manos, habían conservado totalmente las uñas. Después de haberle quitado el hábito y el velo de la cabeza, se vio todo el cuerpo apergaminado, rígido y sonoro en todas sus partes. Se constató que el cabello, corto, estaba aún en el cráneo y unido al cuero cabelludo; que las orejas estaban en perfecto estado de conservación; que el lado izquierdo del cuerpo, desde la cadera, era más alto que el derecho. Las partes inferiores del cuerpo estaban un poco ennegrecidas. Esto parece deberse al carbono que se encontró en gran cantidad
en el féretro”.
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