El domingo se celebra la Fiesta de la Divina Misericordia. Una solemnidad instituida por San Juan Pablo II en ocasión de la canonización de Santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia. La fiesta vinculada a la resurrección del Señor, fue de hecho deseada de Karol Wojtyla, el primer domingo después de Pascua.
Juan Pablo II fue un apóstol de la Divina Misericordia y del mensaje que el mismo Jesús había dejado a la joven Sor Faustina Kowalska de Cracovia, muerta en santidad, en 1938. Su misión consistió en transmitir nuevas oraciones y formas de culto de la Divina Misericordia, que deben recordar una verdadera fe caída en el olvido: el amor misericordioso de Dios por cada hombre. En la transmisión del mensaje, el Misericordioso Dios se revela en Jesucristo Salvador como Padre de amor y misericordia, sobre todo respecto a los infeliz, extraviados y pecadores.
Karol Wojtyla vino a conocimiento de la historia de Sor Faustina en 1941. Cuando trabajaba en la fábrica química Solvay, en Lagiewniki, un barrio en las afueras de Cracovia. Antes de ir a trabajar, se quedaba en la capilla del convento de Sor Faustina Kowalska y permaneció allí en oración. A partir de ese momento la Divina Misericordia siempre ha sido el centro de su espiritualidad y de su vida, prendiendo a vencer el mal con el bien (cfr. Rm 12, 21)
En la noche del inolvidable Sábado, 2 de abril de 2005, cuando murió, era la víspera del segundo domingo de Pascua, y muchos notaron la singular coincidencia Mariana, fue el primer sábado del mes y la víspera de la Divina Misericordia. De hecho, su largo pontificado tiene aquí su núcleo central; toda su misión al servicio de la verdad sobre Dios y el hombre y de la paz en el mundo se resume en este anuncio, como él mismo dijo en Cracovia-Lagiewniki en 2002, inaugurando el gran Santuario de la Divina Misericordia: ” Fuera de la Divina Misericordia de Dios no hay otra fuente de esperanza para los seres humanos ”.
Sólo la Divina Misericordia es capaz de poner un límite al mal; sólo el amor omnipotente de Dios puede derrotar a la tiranía de los malvados y el poder destructor del egoísmo y el odio: “La Misericordia presupone la aceptación y un proceso constante de comprensión del corazón del hombre”
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