Todos experimentan momentos de dolor en sus vidas, a veces incluso profundos. ¿Cómo podemos convertir el sufrimiento en una bendición?
Estela Romo, de 30 años, locutora de radio de origen mexicano, trató de explicarlo contando su experiencia en el sitio web de Aleteia. La mujer, que emigró a los Estados Unidos, proviene de una familia católica y es la duodécima hija de un total de 14.
Nunca pierdas la fe en el Señor: ofrécele todo
“Vengo de una familia católica. Mi mamá es una persona muy fuerte, es un superhéroe, y es una persona con una fe en Dios enorme. La persona que conozco con la fe más grande es mi mamá. Es un ángel.“
“Mi papá, por otro lado, fue una persona alcohólica, mujeriega, y que nos hizo vivir mucha violencia doméstica. Fue muy difícil; tuve una infancia en la que crecí con la ausencia de un padre a causa de sus problemas alcohólicos; de estar con una mujer y luego con otra; de tenía hijos en un lado y luego en otro lado; de golpear a mi mamá, de corrernos de la casa; de romper puertas, vidrios y todo lo que encontraba.”
Es decir, la mujer ha vivido gran parte de su vida en contacto con una situación fuertemente negativa, que la marcó profundamente. Un contexto en el que, lamentablemente, muchas personas todavía viven hoy, especialmente en las zonas más deprimidas del planeta.
La infancia negativa de Estela.
La madre, cuando Estela tenía 12 años, decidió dejar a su padre. Pero él seguía viviendo con el resto de la familia. Una vez que crecieron, sus hijos pudieron detenerlo cada vez más para que no golpeara a su madre. En este contexto, la infancia de la mujer continuó de una manera difícil, pero la madre nunca la extrañó: siempre estuvo presente y con su fe.
“Así, aunque mi infancia fue difícil, nunca me faltó mi mamá, y ello balanceó las cosas. Luego me vine para Estados Unidos, pero los planes que nosotros tenemos son bien diferentes a los planes que Dios tiene para nosotros. Y el llegar acá, con una cultura diferente, un idioma diferente, y no tener amigos, implicó una transición difícil, con miedos. Yo llegué acá con mi familia, y estoy muy agradecida con ella por todo lo que me ayudó para salir adelante.”
¡Confía todo al Señor, déjalo todo a Dios!
Estela Romo continúa y dice: “Hace aproximadamente dos o tres años pasé por una depresión muy fuerte a causa de una situación de amor y de amigos. Fue un lapso en el que no quería vivir más. No le hallaba sentido a estar viva, y me preguntaba: “¿Por qué me pasa nada más esto a mí? ¿Por qué a la gente buena es a la que más le pasan cosas malas? ¿Y por qué a la gente que más mal se porta es a la que mejor le va en la vida?”. Yo lo veía de esa manera porque me encontraba en una oscuridad, donde nada más veía mi mundo y que no podía avanzar. Fue muy, muy difícil, y quería quitarme la vida.
Un día un amigo le dijo: “Confíale tus cosas al Señor; ¡déjale todo a Dios!”. Pero yo me preguntaba: “¿Por qué Dios no me ayuda?”. Y en una noche me dio un ataque de pánico; yo vivía sola, pues mis familiares ya tenían sus propias familias, mientras que yo estoy soltera. Nunca había tenido un ataque de pánico, y fue algo tan feo que esa misma noche le dije al Señor: “Si Tú de verdad estás, ¡ayúdame!”.
“Si Tú de verdad estás, ¡ayúdame!”
Y un falso amigo me dijo: “Ya no seas así; haz tal cosa y quítate la vida”. Recuerdo claramente la fecha en que me iba a quitar la vida: ese día, al salir del trabajo, ya tenía listo mi plan, pues ya no aguantaba más. Y de pronto recibí una llamada de una persona y que en ese momento fue mi ángel porque me salvó de suicidarme; me dijo: “Soy tal persona y te quiero invitar un café”. No puedo decir que haya sido una coincidencia, pues yo en aquella noche de pánico le había dicho al Señor: “Si Tú en realidad existes, si Tú en realidad me quieres, ¡demuéstramelo!”.
Yo regresé a casa llorando y le dije a Dios: “Señor, haz de mí lo que Tú quieras. Aquí estoy”. Porque de verdad puedo decir que el Señor me llamó por teléfono; porque esa llamada que yo no esperaba el Señor me la hizo.
La prueba de coronavirus
“Otra prueba difícil que acabo de pasar fue con el COVID-19. El coronavirus es una de las cosas que no esperaba que me fueran a pasar; yo al principio no creía que esa enfermedad existiera. Pero ahora le agradezco al Señor que me haya pasado, porque desde el primer día en que yo me enfermé, cuando yo aún no sabía que tenía este virus, el Señor me habló de una manera increíble. Comprendí que el Señor tenía algo para decirme en la trayectoria de esta enfermedad. Y nunca perdí la fe. Hubo miedo, claro que hubo miedo, pero en esos momentos yo decía: “El miedo no es de Dios, tengo que tener fe”. Y oré: “Señor, Tú pagaste por todas estas enfermedades en la cruz, por amor a mí. Yo declaro que Tú vas a venir a darme la salud”. Y así fue”
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