Papa Francisco pronunció esta oración en 2015 ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario, en Pompeya (Nápoles). En realidad es una súplica inspirada en una oración del Beato Bartolo Longo, fundador del santuario.
Oración a la Virgen del Rosario en Pompeya
«Virgen del Santo Rosario, Madre del Redentor, mujer de nuestra tierra encumbrada por encima de los cielos, humilde sierva del Señor, proclamada Reina del mundo, desde lo profundo de nuestras miserias recurrimos a ti. Con confianza de hijos miramos tu rostro dulcísimo. Coronada con doce estrellas, tú nos llevas al misterio del Padre, tú resplandeces de Espíritu Santo, tú nos donas a tu Niño divino, Jesús, nuestra esperanza, única salvación del mundo. Brindándonos tu Rosario, tú nos invitas a contemplar su Rostro. Tú nos abres su corazón, abismo de alegría y de dolor, de luz y de gloria, misterio del Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros. A tus pies sobre las huellas de los santos, nos sentimos familia de Dios. Madre y modelo de la Iglesia, tú eres guía y sostén seguro. Haz que seamos un corazón solo y un alma sola, pueblo fuerte en camino hacia la patria del cielo.
Te entregamos nuestras miserias, los tantos caminos del odio y de la sangre, las mil antiguas y nuevas pobrezas y sobre todo nuestro pecado. A ti nos encomendamos, Madre de misericordia: obtennos el perdón de Dios, ayúdanos a construir un mundo según tu corazón. Oh Rosario bendito de María, cadena dulce que nos anuda a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te dejaremos jamás. En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino. Y nuestro beso a ti, en nuestro último respiro, nos sumergirá en una ola de luz, en la visión de la Madre amada y del Hijo divino, anhelo de alegría de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo». Antes de dirigirse a Nápoles, el Pontífice saludó a los fieles presentes en la plaza del Santuario que estuvieron en una vigilia de oración toda la noche.
A ellos el Santo Padre les dijo: “¡Muchas gracias! Muchas gracias por esta calurosa acogida. Le hemos rezado a la Virgen para que nos bendiga a todos: a ustedes, a mí, a todo el mundo. Necesitamos a la Virgen, para que nos cuide. Y recen por mí, no se olviden. Ahora los invito a rezar todos juntos un Ave María y luego les daré mi bendición”.
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