Así es como Jesús vence las tentaciones de satanás en el desierto

En el tiempo de la Cuaresma, recordemos los momentos cruciales en los que Jesús venció las tentaciones de Satanás que se le presentó mientras estaba en el desierto orando.

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Así es como María Valtorta (Caserta, 14 de marzo de 1897 – Viareggio, 12 de octubre de 1961), una mística italiana, vio y describió este acontecimiento a través de las visiones que Jesús le confió para que fueran divulgadas.

Cómo actúa Jesús cuando es tentado por Satanás en el desierto

[…] Veo aparecer el feo hocico de Satanás. No se presenta de la forma con que nos lo imaginamos: con cuernos, rabo, etc. etc. Parece un beduino envuelto en su vestido y en su gran manto, que se asemeja a un disfraz de dominó. En la cabeza, el turbante, cuyas faldas blancas caen sobre los hombros y a ambos lados de la cara para protegerlos. De manera que, de la cara, puede verse un pequeño triángulo muy moreno, de labios delgados y sinuosos, de ojos negrísimos y hundidos, llenos de destellos magnéticos. Dos pupilas que te leen en el fondo del corazón, pero en las que no lees nada o una sola palabra: misterio. Lo opuesto del ojo de Jesús, también muy magnético y fascinante, que te lee en el corazón, pero en el que tú lees también que en su corazón hay amor y bondad hacia ti. El ojo de Jesús es una caricia en el alma. Este es como un doble puñal que te perfora y quema.

Se acerca a Jesús:

-«¿Estás sólo?».

Jesús le mira y no responde.

-«¿Cómo es que estás aquí? ¿Te has perdido?».

Jesús vuelve a mirarle y calla.

-«Si tuviera agua en la cantimplora, te la daría, pero yo también estoy sin ella. Se me ha muerto el caballo y me dirijo a pie al vado. Allí beberé y encontraré a alguien que me dé un pan. Sé el camino. Ven conmigo. Te guiaré».

Jesús ya ni siquiera alza los ojos.

-«¿No respondes? ¿Sabes que si te quedas aquí mueres? Ya se levanta el viento. Va a haber tormenta. Ven».

Jesús aprieta las manos en muda oración.

El diablo menosprecia el sacrificio de Jesús

«¡Ah, entonces eres Tú! ¡Hace mucho que te busco! Y hace mucho que te vengo observando. Desde el momento en que fuiste bautizado. ¿Llamas al Eterno? Está lejos. Ahora estás en la tierra, entre los hombres. Y sobre los hombres reino yo. Pero, me das pena y quiero ayudarte, porque eres bueno y has venido a sacrificarte por nada. Los hombres te odiarán por tu bondad. No entienden más que de oro, comida y sensualidad.

Sacrificio, dolor, obediencia, son para ellos palabras más muertas que esta tierra que tenemos a nuestro alrededor. Son aún más aridos que este polvo. Sólo la serpiente y el chacal pueden esconderse aquí, esperando morder o despedazar a alguno. Vámonos. No merece la pena sufrir por ellos. Los conozco más que Tú».

Satanás se ha sentado frente a Jesús, le escudriña con su mirada tremenda y sonríe con su boca de serpiente.

Jesús sigue callado y ora mentalmente.

«Tú desconfías de mí. Haces mal. Yo soy la sabiduría de la Tierra. Puedo ser maestro tuyo para enseñarte a triunfar. Mira: lo importante es triunfar. Luego, cuando uno se ha impuesto, cuando ha engatusado al mundo, puede conducir a éste a donde quiera. Pero primero hay que ser como les gusta a ellos, como ellos. Seducirlos haciéndoles creer que los admiramos y seguimos su pensamiento.

Las tentaciones de Jesús

Tu vigor está exhausto. Por ello, esta fragancia de la Tierra, esta flor de la creación, este fruto que da y suscita amor, te parece sin importancia.

Pero, mira estas piedras: ¡qué redondeadas son y qué pulidas están, doradas bajo el Sol que cae!; ¿no parecen panes? Tú, Hijo de Dios, no tienes más que decir “quiero”, para que se transformen en oloroso pan como el que ahora están sacando del horno las amas de casa para la cena de sus familiares.

Y estas acacias tan secas, si Tú quieres, ¿no pueden llenarse de dulces pomos, de dátiles de miel? ¡Sáciate, Oh Hijo de Dios! Tú eres el Dueño de la Tierra. Ella se inclina para ponerse a tus pies y quitarte el hambre.

Jesùs: “No sólo de pan vive el hombre”

¿Ves cómo te pones pálido y te tambaleas con solo oír nombrar el pan? ¡Pobre Jesús! ¿Estás tan débil, que ya no puedes ni siquiera dominar el milagro? ¿Quieres que lo haga yo en tu lugar? No estoy a tu altura, pero algo puedo. Me quedaré falto de fuerzas durante un año, las reuniré todas, pero te quiero servir porque Tú eres bueno y siempre me acuerdo de que eres mi Dios, aunque me haya hecho indigno de llamarte tal. Ayúdame con tu oración para que pueda…».

Calla. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios[2]237».

El demonio siente una sacudida de rabia. Le rechinan los dientes y aprieta los puños; de todas formas, se contiene y transforma su mueca en sonrisa.

-«Comprendo, Tú estás por encima de las necesidades de la Tierra y te da repugnancia el servirte de mí. Me lo he merecido

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Satanás tienta a Jesús sobre pináculo del Templo

Ven, entonces, y ve lo que hay en la Casa de Dios, ve cómo incluso los sacerdotes no rehúsan hacer transacciones entre el espíritu y la carne porque, al fin y al cabo, son hombres y no ángeles. Cumple un milagro espiritual.

Yo te llevo al pináculo del Templo, Tú transfigúrate en belleza allí arriba, y luego llama a las cohortes de ángeles y di que hagan de sus alas entrelazadas alfombra para tus pies y te porten así al patio principal. Que te vean y se acuerden de que Dios existe. De vez en cuando es necesario manifestarse, porque el hombre tiene una memoria muy frágil, especialmente en lo espiritual. Tú sabes qué dichosos se sentirán los ángeles de proteger tu pie y servirte de escalera cuando bajes».

“No tientes al Señor tu Dios”, está escrito[3]238».

-«Comprendes que tu aparición tampoco mudaría las cosas y el Templo continuaría siendo un mercado y un lugar de corrupción. Tu divina sabiduría sabe que los corazones de los ministros del Templo son un nido de víboras, que se devoran, y devoran, con tal de aumentar su poder. Sólo los doma el poder humano

Satanás promete a Jesús poder temporal

Ven entonces. Adórame. Yo te daré la Tierra. Alejandro, Ciro, César, todos los mayores dominadores pasados o vivos serán semejantes a jefes de mezquinas caravanas respecto a ti, que tendrás a todos los reinos de la Tierra bajo tu cetro, y con los reinos todas las riquezas, todas las cosas bellas de la tierra, y mujeres y caballos y soldados y templos. Podrás poner en alto en todas partes tu Signo, cuando seas Rey de los reyes y Señor del mundo. Entonces te obedecerá y venerará el pueblo y el sacerdocio. Todas las castas te honraran y servirán, porque serás el Poderoso, el Unico, el Señor. ¡

Adórame aunque sólo sea un momento! ¡Quítame esta sed que tengo de ser adorado!

Es la que me ha perdido, pero ha quedado en mí y me quema. Las llamaradas del infierno son aire fresco de la mañana respecto a este ardor que me quema por dentro. Es mi infierno, esta sed. ¡Un momento, un momento sólo, Cristo, Tú que eres bueno! ¡Un momento, aunque sólo sea, de gozo, al eterno Atormentado! Hazme sentir lo que quiere decir ser dios, y me tendrás devoto, obediente como siervo, durante toda la vida, en todas tus empresas. ¡Un momento! ¡Un solo momento, y no te atormentaré más!».

Satanás cae de rodillas, suplicando.

Satanás huye delante de Jesús

Jesús, por el contrario, se ha levantado. Ha adelgazado en estos días de ayuno y parece aún más alto. Su rostro tiene un terrible aspecto de severidad y potencia, sus ojos son dos zafiros abrasadores, su voz es un trueno que resuena en la oquedad de la roca y se esparce por el pedregal y el llano desolado cuando dice:

-«Vete, Satanás. Está escrito: “Adorarás al Señor tu Dios y a El sólo servirás”[4]239».

Satanás, con un alarido de condenado desgarro y de odio indescriptible, sale corriendo (tremendo ver su furiosa, humeante persona). Y desaparece con un nuevo alarido de maldición.

(Tomado de “L’Evangelo come mi è stato rivelato”, de Maria Valtorta)

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