Poblaciones fantasma, caseríos abandonados con las tortillas en el comal, huellas silenciosas de tragedia que recorre cientos, miles de pequeñas y medianas comunidades, la mayor parte de ellas rurales, en México, son los mudos y humeantes testigos de la barbarie que se apodera, palmo a palmo, del país
Mientras esto sucede, las autoridades políticas federales y buena parte de las autoridades estatales se encuentran absortas en las encuestas y en las preferencias de voto electoral, como si el país no tuviera un promedio de 95 homicidios dolosos diarios.
En 1936 el célebre escritor británico Graham Greene visitó México para comprobar cómo había quedado el país después de la etapa armada de la persecución religiosa. Su experiencia la convirtió en la famosa novela El poder y la gloria. Pero su trabajo periodístico lo vertió en el reportaje Caminos sin ley.
Si hoy Greene volviera a visitar México, seguramente escribiría no «caminos» sino territorios enteros sin otra ley más que la de la extrema violencia.
Aumento impresionante
El último informe de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH) denunció con toda su magnitud (y su horror) el hecho de que el desplazamiento interno por razones de violencia se incrementó durante 2021 en un 360 por ciento con respecto a 2020, cuando se registraron poco más de 9,500 desplazamientos forzados internos.
El informe de esta organización no gubernamental refiere que en 2021 un total de 45,000 personas se vieron obligadas a abandonar su tierra e irse a proteger en grandes ciudades, aumentando así los llamados “cinturones de miseria” que rodean a las capitales mexicanas.
La causa principal de este abandono tiene que ver con el crimen organizado y otras formas de violencia que en estados como Chiapas, Chihuahua, Michoacán, Guerrero, Zacatecas y Morelos actúan bajo la sombra de su gran capacidad de fuego y, por el otro lado, de la impunidad: en México sólo uno de cada diez delitos que se cometen es castigado.
La droga en el medio de todo
La lucha de los cárteles de la droga –que trasciende al ámbito político, como quedó perfectamente claro en las pasadas elecciones de 2018—por ganar las plazas tanto de siembra como de trasiego y consumo de droga, ha hecho que familias enteras dejan sus hogares “con lo que traían puesto”.
La CMDPDH ha podido reunir estos datos con información procedente de los medios de comunicación, puesto que el gobierno federal de México ha abandonado la tarea de contabilizar el drama del desplazamiento forzoso en el interior del país. Lógico, muchos huyen a ciudades como México, Guadalajara, Monterrey, Ciudad Juárez o Tijuana, donde no hay más empleo y donde los espera la pobreza y la desesperanza.
Otros tratan de emigrar a Estados Unidos, con los peligros que eso lleva consigo. Sin embargo, lo tienen que hacer o acogerse a la buena voluntad de organizaciones de migrantes que –como sucedió hace poco con las 31 familias desplazadas de Valparaiso (Zacatecas)—los apoyan con cobijas y comida.
Valparaíso y otros infiernos
“Desde mediados de 2021 la región (de Valparaíso) ha sido escenario de enfrentamientos armados entre grupos criminales rivales, cuyos miembros amenazan, extorsionan y buscan apoderarse de los bienes de la población local. Además de desplazamientos forzados, la situación de violencia en Valparaíso ha ocasionado el cierre de escuelas y clínicas de salud en algunas localidades rurales”, dice el informe de la CMDPDH.
Michoacán es el escenario (junto con Morelos) de las disputas entre cárteles (el Jalisco Nueva Generación y el Cárteles Unidos) que han arrasado con pueblos completos. El último caso que documenta la Comisión es el desplazamiento de 800 familias en Chinicuila, Michoacán, donde nadie manda más que los disparos.
Es tal el desamparo que viven los desplazados internos en México, refiere el portal digital Animal Político– que el pasado 11 de noviembre, representantes de diversas comunidades de todo el país que sufren desplazamiento forzado y más de veinte organizaciones de la sociedad civil anunciaron una alianza nacional para dar visibilidad al problema y exigir su reconocimiento como víctimas.
Publicado por: Aleteia.org
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