En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Oración para todos los días
A Vos, Dios mío, fuente de misericordia, me acerco yo, inmundo pecador, para que os dignéis lavar mis manchas. ¡Oh Sol de justicia, iluminad a este ciego! ¡Oh Médico eterno, sanad a este miserable! ¡Oh Rey de reyes, vestid a este desnudo! ¡Oh mediador entre Dios y los hombres, reconciliad a este reo!
¡Oh buen Pastor, acoged a esta oveja descarriada! Otorgad, Dios mío, perdón a este criminal, indulgencia a este impío y la unción de vuestra gracia a esta endurecida voluntad. ¡Oh clementísimo Señor!, llamad a vuestro seno a este fugitivo, atraed a este resistente, levantad al que está caído y una vez levantado sostenedle y guiad sus pasos. No olvidéis, Señor, a quien os ha olvidado, no abandonéis a quien os abandonó, no desechéis a quien os desechó y perdonad en el cielo a quien os ofendió en la tierra. Amén.
Oración a la Santísima Virgen
¡Oh bienaventurada y dulcísima Virgen María, océano de bondad, Hija del Rey soberano, Reina delos ángeles y Madre del Común Criador! Yo me arrojo confiado en el seno de vuestra misericordia y ternura, encomendándoos mi cuerpo, mi alma, mis pensamientos, mis deseos, mis afectos y mi vida entera, para que por vuestro auxilio camine yo siempre hacia el bien según la voluntad de vuestro amado Hijo, N.S. Jesucristo. Amén.
Tercer Dia: Excelencia Inefable de la Humanidad
Después de las virtudes teologales que nos ordenan directamente a Dios y de la justicia que establece el orden de la razón, sigue en dignidad y excelencia la virtud de la humildad con la que el alma se dispone para todas las demás virtudes. Por eso debe compararse la humildad al fundamento de un edificio, en cuanto que, removiendo todo lo que a Dios desagrada, hace al alma apta para recibir las divinas gracias pues sabido es que Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
Con esta preparación humilde, vienen al alma todas las virtudes y se levanta en el secreto del corazón el edificio espiritual de la santidad siendo el alma ensalzada por Dios tanto más cuanto ella más se abatió por el mismo Dios y despreció por su amor las glorias mundanales. De ahí que el divino Maestro Jesucristo, nada nos encargó con más esmero y solicitud que la humildad, porque sabía muy bien que mientras el hombre esté ocupado en los encantos fugaces de la tierra y no olvide las glorias pasajeras del mundo, se hallará impedido para tender a su destino y a su perfección celestial.
La humildad, pues, es la más excelente disposición para la gracia y de ella nos dejó ejemplos abundantísimos y enseñanzas saludables el bendito Redentor que vino a la tierra para enseñárnosla senda del cielo.
El humilde ha de procurar que su mirada y sus palabras sean siempre modestas sin que los ojos vayan proclamando vanidad y la conversación indique altanería; ha de ser comedido en la risa sin dar muestras de una algazara excesiva y fatua; ha de amar el silencio no hablado sino cuando es preguntado; procure contentarse con las cosas ordinarias y téngase por el más ruin de todos; confiese sus faltas con sinceridad, abrázese con la penitencia y la mortificación no dando gusto a sus pasiones y, en fin, conserve el temor de Dios que es el principio de la sabiduría cumpliendo con escrupulosa solicitud sus mandamientos y preceptos.
EJEMPLO
Todas cuantas gracias recibió Santo Tomás, tuvieron su razón y arranque en la humildad de su alma. Sus ojos, puestos en la tierra, indicaban el éxtasis milagroso en que se embargaba su corazón; sus palabras fueron siempre modestísimas y oportunas prefiriendo el silencio a la vana palabrería, nunca quiso distinguirse entre sus hermanos y su vida discurrió hermosa cuanto más modesta en presencia del Señor; la quietud de su corazón era inefable sin que el menor ruido de las pasiones interrumpiese la paz soberana de su alma. Por esto, le enriqueció el Señor con todo el lujo de sus gracias, y cuanto más el angélico maestro se humillaba y escondía, tanto el cielo le buscaba con más amor para llenarle de su luz y tesoros.
Y ¡qué hermoso aparece Santo Tomás de Aquino rodeado de esa aureola de humildad y de profundísima modestia, y que repugnantes y ridículos se nos ofrecen tantísimos necios como pululan por la sociedad moderna sin más recomendación ni fianza que su vanidad insoportable manifestada en todos sus pasos y meneos! Imitemos a Santo Tomás si queremos ser verdaderamente ángeles en la tierra, ya que sólo a los ángeles se les concede la entrada en el paraíso.
(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros y Avemarías con su Gloria Patri en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino).
Antífona
¡Oh Santo Tomás, gloria y honor de la Orden de Predicadores! Transpórtanos a la contemplación de las cosas celestiales, tú que fuisteis maestro soberano de los sagrados misterios.
V. Ruega por nosotros, Santo Tomás.
R. Para que nos hagamos dignos de las promesas de Jesucristo.
Oración final
Gracias, os doy, Señor Dios mío, y Padre de misericordias, porque os habéis dignado admitirme, a mí pobre pecador e indigno siervo vuestro, a la participación gratuita de vuestra gracia en el secreto de la oración. Yo os ruego que esta comunicación de mi alma con Vos no sea castigo de mis culpas, sino prenda segura del perdón de mis ofensas, armadura finísima de la fe y escudo invulnerable de mi corazón.
Concededme la remisión de mis faltas, el exterminio de la concupiscencia y de la sensualidad, el aumento de la caridad, de la humildad, de la paciencia, de la obediencia y de todas las virtudes; defendedme de las asechanzas visibles e invisibles de los enemigos; dadme el sosiego inefable de mis apetitos y de todos mis afectos para que así pueda unirme mejor a Vos que sois mi felicidad y descanso.
Suplico también. Dios mío, que después de mi muerte, os dignéis admitirme a la Pascua celestial y al convite divino donde Vos en unión del Hijo y del Espíritu Santo, sois luz verdadera, abundancia perfecta, gozo sempiterno, alegría consumada y felicidad sin medida. Amén.
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