Y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz
Evangelio de San Mateo:
Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús:
-Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando, cuando una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube dijo:
-Este es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.
Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. Entonces se acercó Jesús y los tocó y les dijo:
-Levantaos y no tengáis miedo.
Al alzar sus ojos no vieron a nadie. Sólo a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:
-No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.
(Mt 17, 1-9)
Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz (Mt 17,2). ¡Jesús: verte, hablarte! ¡Permanecer así, contemplándote, abismado en la inmensidad de tu hermosura y no cesar nunca, nunca, en esa contemplación! ¡Oh, Cristo, quién te viera! ¡Quién te viera para quedar herido de amor a Ti!
Y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadle (Mt 17, 5). Señor nuestro, aquí nos tienes dispuestos a escuchar cuanto quieras decirnos. Háblanos; estamos atentos a tu voz. Que tu conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad para que se lance fervorosamente a obedecerte.
“Vultum tuum, Domine, requiram” (Ps. 26, 8), buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no como en un espejo, y bajo imágenes oscuras… sino cara a cara (I Cor. 13, 12). Sí, mi corazón está sediento de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo vendré y veré la faz de Dios? (Ps. 41,3)
(San Josémaria Escrivà de Balaguer – 4º misterio de Luz: La transfiguración del Señor)
Oración poderosa
Querido Dios, Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Santísima Trinidad en
quien creo, Y también a quien espero, Te amo con todo mi corazón y con todas mis
fuerzas. Te ruego humildemente tu protección y ayuda. Ven en mi auxilio en este
momento y ayúdame en esta dificultad.
Menciona aquí tu petición.
Padre, hijo y Espíritu Santo, por favor bendíceme, Porque necesito tu protección
del mal y tu ayuda poderosa en esta prueba. Te pido, muy respetuosamente, y
postrado ante tu presencia, que el enemigo que conspira contra mí, lo puedas
vencer. Protégeme de todo mal y de todo peligro que me esté acechando. Que los
ojos del maligno no puedan verme, ni que sus oídos puedan escucharme. Que sus
manos no puedan alcanzarme para hacerme algún daño, y que solo con invocarte
y decir en alto tu Santo Nombre, oh Santísima Trinidad, todos mis enemigos sean
derribados a mis pies.
Te ruego, oh Santísima Trinidad, Por favor, concede mi petición. Por favor, cúbreme
con tu manto oh Santísima Trinidad. Por favor, cúbreme con el escapulario de la
Santísima Virgen del Carmen, para que por favor, las trampas de mis enemigos,
nunca lleguen a tocarme. Te ruego ante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, por
favor concede mi petición. Amén.
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