Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre, Redentor mío, por ser vos quien sois, bondad infinita y por que os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido, también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Animado con tu divina gracia, propongo firmemente nunca mas pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta, para el perdón de mis pecados. Amén
Gloriosa Santa Rosa de Lima, tú que supiste lo que es amar a Jesús con un corazón tan fino y generoso. Que despreciaste las vanidades del mundo para abrazarte a su cruz desde tu más tierna infancia. Que profesaste una gran ternura y dedicación a los más desvalidos sirviéndolos como al mismo Jesús. Que amaste con filial devoción a la Virgen María.
Enséñanos tus grandes virtudes para que, siguiendo tu ejemplo, podamos gozar de tu protección y de tu compañía en el cielo. Te rogamos también aceptes el obsequio de esta novena y nos obtengas del Señor las gracias que pedimos por tu intercesión, si son para su mayor gloria y bien de nuestras almas. Así sea.
Pídase las gracias que se deseen
¡Oh y quién podrá, gran Dios y Señor, Trino y Uno, hacerse capaz de vuestra bienaventuranza y gloria, de la que tenéis en Vos por esencia, gozándoos y amándoos, y de la gloria accidental que os dan todas vuestras criaturas!
Deseamos alegrarnos y gozarnos en vuestra grande gloria, con el mismo gozo con que se complacía la felicísima Santa Rosa, y os pedimos por esta su perfección y por la gloria a que la elevasteis, y la que recibís de tan amada criatura vuestra, nos concedáis, que confesando y conociendo vuestra gloria infinita, no caigamos en la eterna pena, sino que seamos bienaventurados y participemos de la infinita bienaventuranza vuestra; y lo que os suplicamos es esta Novena a mayor honra y gloria vuestra.
Amén
Rosa llevó una vida feliz, abrasada a su esposo crucificado. En el último instante de su vida pudo decir “Todo está consumado”. Siempre dijo “Amén, así sea” a los planes de Dios.… Y diciendo “Jesús, Jesús sea conmigo”, entregó su alma a Dios y entró en la gloria de la bienaventuranza eterna desde donde intercede por nosotros.
(Padrenuestro, avemaría y Gloria)
Os doy gracias, o Señor, de la asistencia especial que me habéis prestado en esta novena. Continuad siempre en vuestras misericordias sobre de mí, a satisfacción de mis pecados, en sufragio de las almas del purgatorio y por la conversión de los pecadores.
Perdonadme todas las faltas que he cometido. Y juntando el poco bien que he hecho con los inconmensurables méritos de Jesucristo, concededme por Él todas aquellas gracias que son necesarias a mi eterna salud, especialmente una plenaria remisión de la pena debida a mis culpas, que nuevamente lloro y detesto, resuelto como estoy de conducir en lo futuro una vida toda en conformidad a vuestros Santos Mandamientos. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
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