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Tercer Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA TERCERO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Corredentora del mundo. En la magna procesión conmemorativa de la Redención del linaje humano, avanzan los ángeles con los instrumentos de la Pasión, y en medio, escoltados por todos los siglos y por todos los hombres, amados, aclamados, venerados, avanzan los dos únicos héroes de esta empresa divina: Cristo Jesús y Tú, Madre mía.

No vivo entre sombras; camino a la luz de los resplandores de la fe. Por eso, creo y confieso que solo mi Dios y Padre Jesucristo me podía redimir.

Creo y confieso que, por glorificarte a Ti y por otros fines altísimos dignos de la Sabiduría Divina, te asoció a esta gran obra de la Redención del mundo.

Creo y confieso que, habiendo escogido Jesús, la cruz como instrumento de salvación, no hay para nadie redención sin cruz.

Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos benditos que la Providencia Amorosa emplea para purificar mi alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna y para acercarme más a Jesús.

Pero también creo y confieso que Dios en la vida sabe mezclar y santificar las tristezas y las alegrías, y que nos lleva al cielo, a veces derramando lágrimas, a veces cantando himnos de gratitud y de amor.

Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin embargo, que te diga como decía Mi Redentor en el Huerto de Getsemaní: “Aparta de mí este cáliz…, cura mis dolores…, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura……”

Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré Tus Misericordias por los siglos de los siglos.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

  • Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
  • Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
Perpetuo Socorro

Oración final para todos los días

¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria

¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

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