Si creemos que Dios es amor y nos ama con todo su infinito amor, entonces podemos abandonarnos tranquilamente en sus manos, sabiendo que Él piensa en nosotros y nos cuida.
Acto de Abandono y confianza
¡Oh Jesús, me abandono en Ti, ocúpate Tú de ello!
Jesús dice a tu alma:
¿Por qué os confundís agitándoos? Dejad a mí la cura de vuestros asuntos y todo se calmará. En verdad os digo que cada acto de verdadero, ciego y completo abandono en mí, produce el efecto que deseáis y resuelve las situaciones más espinosas.
Abandonarse a mí no significa atormentarse, romperse la cabeza y desesperarse, para luego dirigirme una oración llena de inquietud para que yo os ayude, y cambiar así la agitación en oración. Abandonarse significa cerrar plácidamente los ojos del alma, transferir el pensamiento de la tribulación, y confiarse a mí para que sólo yo opere, diciéndome: “ocúpate Tú de ello”. La preocupación, la agitación y el querer pensar en las consecuencias de un hecho son cosas contrarias al abandono.
Es como la confusión que traen los niños que pretenden que la mamá piense en sus necesidades, y quieren pensarlas ellos, obstaculizando con sus ideas y sus fijaciones infantiles, su trabajo.
Cerrad los ojos y dejaos llevar por la corriente de mi gracia, cerrad los ojos y apartando del futuro el pensamiento como si fuera una tentación, no penséis más que en el momento presente; reposad en mí creyendo en mi bondad, y os juro por mi amor que si me decís con estas disposiciones: “ocúpate Tú de ello”, yo así lo haré por entero, os consolaré, os liberaré, os guiaré.
Y cuando deba llevaros por una vía diferente de aquella que veis vosotros, yo os adiestraré, os llevaré en mis brazos haciéndoos hallar -como si fueseis niños adormecidos en los brazos maternos- la otra orilla. Lo que os trastorna y os hace daño inmenso es vuestro razonamiento, vuestro pensamiento, vuestras preocupaciones, y el querer a toda costa ser vosotros quien remediéis aquello que os aflige.
¡Cuántas cosas yo obro cuando el alma, tanto en sus necesidades espirituales como en aquellas materiales, se vuelve a mí, me mira, cierra sus ojos y me dice: “ocúpate Tú de ello” y luego reposa. Obtenéis pocas gracias cuando os atormentáis por producirlas, pero tenéis muchísimas cuando vuestra oración es abandono pleno a mí. Vosotros en el dolor oráis para que yo realice, pero para que yo realice como vosotros creéis…No os dirigís a mí, sino queréis que yo me adapte a vuestras ideas; no sois enfermos que piden al médico la atención, sino que se la sugieren. No hagáis así, sino orad como os he enseñado en el Padrenuestro:
“Santificado sea tu nombre”, esto es, sed glorificado en esta necesidad mía.
“Venga a nosotros tu reino”, esto es, que todo contribuya a tu reinado en nosotros y en el mundo.
“Hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo”, esto es, dispón Tú en esta necesidad como mejor te parezca para nuestra vida eterna y temporal.
Si me decís de veras: “hágase tu voluntad”, que es lo mismo que decir: “ocúpate Tú de ello”, yo intervengo con toda mi omnipotencia y resolveré las mayores dificultades. Mira, ¿Tú ves que la enfermedad aumenta en vez de decaer?, no te agites, cierra los ojos y dime con confianza: “Hágase tu voluntad, ocúpate Tú de ello”. Te digo que yo así lo haré, que intervendré como médico, y que hasta obraré un milagro cuando fuere menester. ¿Tú ves que el enfermo empeora?. No te trastornes, sino cierra los ojos y di: “ocúpate Tú de ello”. Te digo que así lo haré, y que no hay medicina más potente que una intervención mía de amor. Me ocuparé de ello sólo cuando cerréis los ojos.
Vosotros no dormís nunca, vosotros queréis evaluar todo, escudriñar todo, pensar en todo, y os abandonáis así a las fuerzas humanas, o peor aún, a los hombres, confiando en su intervención. Es esto lo que obstaculiza a mis palabras y mis cálculos. ¡Oh, como yo deseo de vosotros este abandono para beneficiaros! ¡Y cómo me entristezco al veros agitados!. Satanás tiende precisamente a esto: a agitaros para sustraeros de mi acción y haceros presa de las iniciativas humanas.
Confiad por eso sólo en mí, reposad en mí, abandonaos a mí en todo. Yo hago milagros en proporción al pleno abandono en mí, y a la ausencia de preocupaciones del pensamiento vuestro; ¡yo derramo tesoros de gracia cuando vosotros estáis en la plena pobreza! Si apreciáis vuestros recursos por poco que sea, o si los buscáis, estáis en el campo natural y seguís por lo tanto el recorrido natural de las cosas, que es a menudo obstaculizado por Satanás. Ningún razonador o ponderador ha hecho milagros por sí mismo, ni siquiera entre los Santos; opera divinamente quien se abandona a Dios.
Cuando veas que las cosas se complican, di con los ojos del alma cerrados: “Jesús, ocúpate Tú de ello”. Y apártate de ti mismo porque tu mente es aguda… y para ti es difícil ver el mal y tener confianza en mí distrayéndote en ti. Haz así para todas tus necesidades, obrad así todos, y veréis grandes, continuos y silenciosos milagros. Os lo juro por mi amor. Y yo me ocuparé de ello, os lo aseguro.
Orad siempre con esta disposición de abandono y tendréis gran paz y gran fruto, incluso cuando yo os concedo la gracia de la inmolación de reparación y de amor, que comporta el sufrimiento.
¿Te parece imposible?. Cierra los ojos y di con toda el alma: “Jesús, ocúpate Tú de ello”. No temas, me ocuparé de ello y bendecirás mi nombre humillándote. Mil oraciones no valen lo que un solo acto de abandono: recuérdalo bien. No hay novena más eficaz que ésta:
¡Oh Jesús, me abandono en Ti, ocúpate Tú de ello!
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